Opinión

El fructífero Granados

En alguna parte he dejado escrito que quien tiene un granado tiene un tesoro. Naturalmente me refería a ese hermoso arbusto que los árabes trajeron y nos dejaron para siempre, especialmente en las tierras del sur. El fruto del granado es símbolo de abundancia, de riqueza y de unión de muchos en un mismo seno, bajo la misma piel. ¡Qué coincidencia tan extraordinaria con Francisco Granados, ex Consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid! ¡Qué manera de hacer honor al concepto de su apellido!

Ahora que ya conocemos el sumario de la operación Púnica, de la cual parece ser el cabecilla y cerebro el exconsejero de Esperanza Aguirre y secretario general del PP de Madrid, el estupor no supera al cachondeo. Las preguntas no se hacen esperar: ¿qué desequilibrios padecen individuos como este personaje para caer en los mismos cenagales que aquellos otros predecesores de la operación Malaya, por ejemplo? ¿O de los despilfarros levantinos, por seguir en el mismo camino? ¿O de la Gurtel por mirar más de cerca geográficamente?

La evidencia es manifiesta. La aplicación de la justicia y el castigo en bolsa ajena no surte efecto sobre semejantes especímenes. Por eso, cuando hablamos de erradicar la corrupción política, el escepticismo se extiende como un velo de silencio sobre la ciudadanía, sobre todos nosotros, y produce errores sociales como son a sabiendas votar a los corruptos, reír las gracias de los pillos y aplaudir a los listillos. En definitiva el plan de vida sobre el que nos movemos como individuos resulta muy corto en comparación con el escenario de la historia. Y tipos como Granados si no lo saben, lo intuyen.

Este Francisco Granados lo sumaremos a la lista de beneficiados por las circunstancias en la que militan Luis Roldán, Juan Antonio Roca, Julián Muñoz, Isabel Pantoja, Francisco Correa, Álvaro Pérez, Pablo Crespo, López Viejo… Y tantos otros que no pasará ni a la historia de la gloriosa delincuencia ni a la jocosa literatura picaresca. Como muchos de ellos, Granados tendrá dos destinos. Uno, dejar una sustanciosa fortuna a sus sucesores y herederos, quienes con el tiempo lucirán con orgullo el blasón de ser Granados, gracias al poder económico forjado por el abuelo presidiario. Dos, ser objeto de chistes y de chascarrillos dado el alto nivel hortera alcanzado durante la comisión de su fechorías económicas.

Ambos esquemas repetidos cansinamente. El de la avaricia económica y el del impudor de la incultura mezclada con la insolencia. Tan reiterados que ya no nos produce estupor conocer el amasijo de cientos de millones extraídos de aquí o de allá, ni las artimañas para malversar o manipular. Nos produce hilaridad saber que el tal Granados era obsequiado con los servicios de “putitas de confianza” en la feria de Sevilla, que aceptaba cabezas de toros disecadas, que coleccionaba obras de arte de las que no entendía… Y nos reímos a mandíbula batiente de tanta zafiedad. Y muchos podrán decir que gracias a poner un Granados en su vida, han logrado poseer un tesoro.

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