Opinión

La foto y más

Alguien me ha mandado una foto famosa salida de alguna hemeroteca dormida. Se trata de una instantánea del 11 de febrero de 2009. En ella Mariano Rajoy, entonces líder de la oposición caminando a grandes zancadas hacia la presidencia del Gobierno, aparece en rueda de prensa rodeado de lo más granado de los suyos para denunciar que la operación Gürtel era “una trama contra el PP”. A su derecha aparecen Rita Barberá, Federico Tillo, Soraya Sáenz de Santamaría, Esperanza Aguirre, Javier Arenas, Dolores de Cospedal y José Antonio Monago. A su izquierda, Ruiz Gallardón, Ana Mato y Francisco Camps, entre otros menos relevantes. 

Las caras son circunspectas, sobre las facciones pesa un cierto abatimiento que quiere ser indignación. Todos los rostros estaban a las puertas de ser imágenes de carteles electorales. Y lo fueron. Hoy, cuando ya conocemos la historia de los siete años siguientes, podríamos considerar que los protagonistas de la foto están en actitud muda de rezar un réquiem por sus futuros políticos. En 2018 de esa primera plana conservadora casi nadie queda en pie o está en segundo plano. Han caído de los pedestales por sus errores, por sus ambiciones y codicias inconfesables o por sus rencillas internas. Si lo miráramos con buenos ojos, podríamos objetar que, en este periodo de tiempo y con la moción de censura, se ha producido la más radical renovación posible dentro del PP. Pero sería aplicar demasiada benevolencia.

Como estamos conociendo estas semanas (a las puertas de que el sumario de la Gürtel se convierta en sentencias), pocos meses después de esa “foto de campaña”, la secretaria general del partido, Dolores de Cospedal, trataba de controlar las cañerías de las cloacas para entorpecer las investigaciones de la policía y de la justicia. Lo hacía acogiendo dos cabezas de turco sobre la mesa, la de Luís Bárcenas, su propio tesorero, y la de Alfredo Pérez Rubalcaba, a la sazón ministro del Interior socialista. No tuvo ningún empacho para reunirse en secreto, en su propio despacho, con el personaje más corrupto de una posible mafia policial. Si algún rasgo de solvencia podía quedar en esta política acaba de arder en la hoguera de la soberbia.

Al contemplar la foto no puedo evitar una sonrisa irónica. Sobre el atril blanco hay una cartela azul, con el logo antiguo del PP y una sola palabra publicitaria: SOLUCIONES. Era el mensaje de una organización en descomposición interna, abatida por el pasado que, ni aun alcanzando el poder más absoluto, como han demostrado los acontecimientos, tenía capacidad para construir un futuro libre de rémoras. Hoy esa “soluciones” se ha convertido más en grito de socorro que en una propuesta social. Así de irónica es la existencia y de cruel los vericuetos de la vida pública.

Recojo los ecos de las noticias de estos días y me niego a pensar que el excomisario Villarejo sea el único artífice de los incendios políticos que estamos presenciando. Y al mismo tiempo recuerdo en acción a los protagonistas de la foto y me asalta la trama de una gran novela o de una serie de televisión que Víctor Hugo titularía “Los miserables”, Dostoyevski “Crimen y castigo”, Calderón “Casa con dos puertas mala es de guardar” y Antonio Mercero “La cabina”. Elijan guionista.

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