Opinión

No era la panacea

Antonio Mingote era uno de los viñetistas más seguido de la transición. Como hoy lo es o Carrabuxo en La Región o Forges en El País, Mingote era una llamada a las páginas de ABC incluso para quienes habitualmente no leíamos el periódico monárquico. Él había vivido y conocido los engranajes de la política franquista desde dentro, las tribulaciones monárquicas inmerso en ellas y las renuncias de los republicanos desde la barrera, por lo que supo retratar con maestría y perspectiva a la sociedad de aquel tiempo, del que aún somos herederos y hasta imitadores.

Muerto el dictador, en los tiempos que se anunciaban cambios, Mingote creó unos curiosos personajes tallados en rocas y con raíces profundas para simbolizar el inmovilismo de la España que moría. La política que nacía la caricaturizó en un personaje llamado Gundisalvo, quien al pedir el voto para asaltar el poder era capaz de ofrecer el oro y el moro en la misma alforja o de cambiar hábilmente de ideas en función de los vientos.

Cierto que por las viñetas de Mingote cabalgaba el conservadurismo de su educación, pero por lo mismo lo retrató magníficamente con aquellos estrambóticos personajes, a muchos de los cuales podríamos ponerle la cara de lo más rancio del PP actual. Un inmovilismo del que ha hecho gala Rajoy a lo largo de estos cuatro meses de fugaz legislatura. Un inmovilismo que, curiosamente, le seguirá dando réditos electorales a juzgar por los sondeos.

Frente al inmóvil se han prodigado tres fuerzas renovadas incapaces de hablar el mismo idioma de cambio. Gundisalvo ahora lleva coleta y construye sus mismos discursos contra el inmovilismo al que aspira. La socialdemocracia ha aparcado su sueño de poder transformador unívoco para forjar pactos. Y la nueva derecha se ha situado en el centro razonable para comerle el espacio a la vieja, caminando hacia su sueño de desalojarla definitivamente. No hubo confluencia y el resultado final someterá a los tres movimientos a una nueva cuarentena en la oposición o apoyando al inmovilismo después de junio.

¿Por qué traigo a Mingote y sus monigotes a esta encrucijada de la historia? Pues, simplemente, para poner de manifiesto que la diversificación tan cacareada no solo no era la panacea contra el bipartidismo tradicional, sino que ha acabado apuntalando la misma dicotomía entre derechas e izquierdas sin más. Y lo que es aún peor, ha impedido la regeneración mediante el cambio. Los hombres de piedra y Gundisalvo han vuelto a ser los protagonistas de esta fallida legislatura de la pretendida nueva política.

Los esfuerzos de los socialistas y la nueva derecha pasarán a la historia de las buenas intenciones y de la responsabilidad que no vende frente a las estrategias de la demagogia para la conservación o para el asalto al poder.

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