Opinión

Pensiones

En el bosque de Arcadia había una vez un anciano leñador que vivía en solitario. Su casa tenía lo justo para llevar una vida cómoda y en paz. Aunque estaba aislado del mundanal ruido él se sentía feliz con lo conseguido durante una larga vida de trabajo cortando y vendiendo leña. Había criado dos hijos, que ahora vivían penosamente en la ciudad, y había ahorrado lo suficiente para rematar sus días sin lujos ni miseria. Incluso, cuando los nietos venían a visitarlo, les gratificaba pagándole parte de los estudios o les ayudaba en momentos de estrecheces.

Aquel leñador guardaba sus ahorros en un pequeño cofre. Cada principio de mes, en la oscuridad de la noche, lo sacaba del escondite, tomaba las monedas necesarias para los gastos, valoraba cuanto le quedaba en el haber y sentía la satisfacción de ver que le llegaría para cubrir los años que le restaran de vida. 

El leñador nunca supo que un duende de ojos pícaros y sonrisa maliciosa, encaramado a las ramas de un árbol poderoso, lo había espiado. Un día, en que el anciano confiado se desplazó a la ciudad para visitar a un familiar enfermo, entró en la casa y le vació el pequeño tesoro. Al descubrir el robo, el viejo leñador estuvo a punto de morir de melancolía, pero se sobrepuso y decidió volver a la tarea de cortar y vender leña para sobrevivir hasta que las fuerzas lo abandonaran.

Fue entonces cuando el pícaro duende se le acercó ofreciéndole ayuda, como si de una voluntad generosa se tratara. El viejo leñador agradeció el gesto y aceptó las compras y los préstamos de usura del duende. Se endeudó hasta el extremo de perder la parte del bosque heredada de sus mayores y la casa donde había sido feliz. El día antes de perderse por las calles del mundo mendigando se despidió del duende agradeciéndole las bondades derrochadas con él. 

Esta fábula del viejo leñador de Arcadia parece un cuento añejo, de un tiempo tan lejano que los protagonistas aparecen en nuestra mente como dibujos tradicionales coloreados. Sin embargo en los últimos seis años hemos asistido en nuestro país al saqueo del tesoro de los ancianos sin que hayan logrado adivinar, aunque sí temer, el peligro que se cernía sobre ellos.

Los gobiernos de Mariano Rajoy han estado asaltando la hucha de la pensiones con el más absoluto descaro, siempre con la excusa de la crisis, de la necesidad de comprar deuda del Tesoro, con la teoría de no ser de recibo la existencia de un fondo público anclado… Haciendo oídos sordos de las críticas y lamentaciones, sin reunir para nada el Pacto de Toledo, imponiendo una subida de miseria a los pensionistas, difundiendo un peligro económico que el leñador no sufriría de no haber sido saqueado…

El pícaro Gobierno se ha desgañitado aconsejando contratar planes de pensiones privados y ahora nos anuncia, benevolente, generosos préstamos de Hacienda a la Seguridad Social,  vacía su hucha, para poder pagar las pensiones de 2018. Como puede verse, la fábula sigue vigente. 

Te puede interesar