Opinión

Cuatro personajes 
en busca de gobierno

Ayer he llamado al más allá para hablar con Luigi Pirandello de la situación política española. El maestro italiano, cumbre del teatro del absurdo, sentado a la diestra de San Marcos primero soltó una carcajada y luego me aconsejó perder toda preocupación por el curso de la historia. Propone dejar correr el hilo de la tragedia porque, de momento, los cuatro personajes principales de nuestra farsa nacional ni en la primera, ni en la segunda convocatoria con las urnas, han conseguido desprenderse de la fantasía de la que proceden. Para él, ni Rajoy ni Sánchez ni Iglesias ni Rivera están dotados para consumar su propio destino. Como buen dramaturgo considera que carecen de autor.

Para Pirandello, Mariano Rajoy lleva demasiado tiempo representando los roles de la comedia de enredos para que de la noche a la mañana, escaños más escaños menos, pueda convencer a los otros tres antagonistas de que los armarios no ocultan puertas ignotas o de que el ama de llaves no es la madre secreta de sus decretos perniciosos, de los recortes en la cocina, de las sisas en la compra y del brasero del miedo.

Dice Pirandello que el entremés de Pedro Sánchez puede no llegar nunca a obra mayor si los suyos siguen empeñados en representar “Casa de dos puertas es mala de guardar”, de Calderón de la Barca, en lugar de emplear tiempo e ideas en poner sobre la escena la más constructiva “Fuenteovejuna” de Lope de Vega. El pobre Pedro, dice Luigi, quizás acabe condenado por desconfiado o por lo contrario, ya que si abre la puerta de la derecha le espera el abismo, si la de la izquierda le aguarda el infierno y quedarse quieto en el centro no es propio de un socialdemócrata real y convencido. Ser o no ser.

Hablando de Unidos Podemos, Pirandello ha dudado en calificar su actuación de sainete o de farsa. Se ha reído mucho comentando la borrachera de poder agarrada por Pablo Iglesias antes de libar el vino del poder. Incluso me ha preguntado si ya nadie recuerda el sonado fracaso de los socialistas gallegos cuando en las autonómicas de 1997 se presentaron coaligados con los comunistas y los verdes. Iglesias ha tropezado en la misma piedra y ahora llora como incrédulo lo que no supo defender como coherente. Dice el dramaturgo italiano que este personaje está a un paso de hacer mutis por el foro o de morir apuñalado por los suyos.

Y a Albert Rivera, Pirandello lo ve perdido entre bambalinas buscando un mejor papel, con la desesperación del actor secundario obligado a repetir siempre la misma frase. Ahora pone la mesa, luego abre la puerta, después arregla las sillas, propone menús a la carta, como un Pignon impensado llama por teléfono a los amigos de Brochant Rajoy, pero nadie acude a “La cena de los idiotas” y el telón cae sobre su desconsuelo mientras el público guarda silencio.

-¿Qué hacer, entonces, maestro? -le he preguntado.

-Dejar que el absurdo dé forma al drama –me ha respondido.

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