Opinión

La rebelión del voto

Por primera vez en la historia de los EE.UU. no ha ganado ni el partido republicano ni el demócrata. En las elecciones presidenciales ha vencido un tipo que jugaba fuera del campo partidista oficial. O eso parece a primera vista contemplada su campaña en panorámica.

Con el triunfo de Donald Trump es la segunda vez, en pocos meses, que los esquemas de la globalización ruedan por los suelos. La primera fue el descalabro de los contrarios al brexit –los oficialistas- en el Reino Unido. En ambos casos el resultado final de la convocatoria a las urnas ha supuesto un revés para el estado de cosas a que la crisis económica está sometiendo a la sociedad mundial. En ambos casos ha triunfado el voto rural sobre el mundo urbano masificado. En ambos casos ha vencido la conciencia del aprecio por lo propio -¿nacionalismo o chovinismo?- frente a los designios globales y unificadores, los cuales se han revelado perversos para el desarrollo del bienestar.

Tanto el brexit como el triunfo de Trump se nos están presentando como peligros potenciales para la sociedad que los respalda. El primero por la quiebra que puede generar a los intereses económicos de la globalización de los mercados y a la unidad de una Europa profundamente desunida por la desigualdad estructural. El segundo por la apariencia de extrema derecha, tan cercana a las corrientes emergentes en todo Occidente, como consecuencia de la opresión económica, la falta de trabajo y la aireada corrupción de la política democrática.

Vistos los resultados en ambos casos, la subida de partidos de extrema derecha y la irrupción de exaltados tras la careta de la indignación, cabe preguntarse ¿es este el anuncio de la rebelión del voto frente a la globalización? No serán necesarios muchos análisis para concluir afirmando que así es. La globalización como panacea ha fracasado, puesto que en realidad se trataba de un engaño economicista y especulativo. La UE también es mentira y los europeístas convencidos nos sentimos decepcionados y asqueados.

Es más, circulan voces que ponen en duda la autenticidad de la crisis considerándola una gran maniobra de castigo y sometimiento de las clases medias. Se duda, incluso, de que la crisis sea consecuencia de los ciclos del capitalismo. Si no había problemas de abastecimiento alimentario, si los recursos energéticos y las energías renovables funcionaban correctamente, si el consumo y los salarios caminaban parejos, si el bienestar era fuente de trabajo y generación de recursos, si los ciclos productivos de la automoción y la vivienda generaban plusvalías adecuadas… ¿De dónde surgió la quiebra de la sostenibilidad? ¿Del mal funcionamiento de la banca internacional? ¿Del derroche protector de los Estados? ¿De…?

Frente las sospechas de engaño, el ciudadano se siente maltratado y teme menos al brexit, a Trump o a Marie Le Pen que al juego económico democrático. Y les da su voto.

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