Opinión

Los zapatos de Hala

En una de mis novelas dice una vieja cabaretera que “unos zapatos abandonados son como un amor sin destino”. Es Lola, la protagonista de “Espérame”, quien más adelante pregunta: “¿Se han parado a pensar qué tristeza transmiten un par de zapatos sin dueño?”. En otra de mis novelas –creo que en “Rosas para Gabriela”-, un obrero ignorante, armado con una miserable escopeta de caza, le hace frente a un tanque franquista en la carretera de entrada a Llerena. El tanque lo barrió y, cuando la familia retiró el cadáver, sus zapatillas de esparto quedaron abandonadas en la cuneta durante mucho tiempo. Por miedo o por ser viejas, nadie se atrevió a recogerlas. El suceso narrado fue absolutamente cierto y aquel calzado se convirtió en símbolo de la ignorancia combatida por la crueldad y el fascismo.

No sé por qué los zapatos siempre han despertado en mí una especial atracción. Quizás porque son personales e intransferibles, quizás porque suelen reflejar la forma de caminar de su tiempo, de la época en que son usados, tal vez porque de ellos se pueden extraer infinidad de significados. Tampoco sé si a usted, paciente lector/a, le tocan alguna célula sensible y puede parecerle una cursilería sentimental lo que sigue.

Acabo de ver la imagen de la caja de zapatos que la ONG Save The Childrem le ha regalado a Mariano Rajoy. En su contenido pueden verse la foto de una niña, Hala, de 5 años, y sus dos zapatos usados, que antes han pasado por el barro y el abandono del campo de Idomeni, donde ella y los errantes sirios padecen la crueldad de la democrática Europa, combatidos con la misma furia ignorante del tanque que tomó mi pueblo extremeño.

Con el regalo de los dos zapatos infantiles, que Hala no volverá a usar, la ONG ha querido despertar la conciencia del presidente en funciones del Gobierno español, uno de los líderes firmantes del acuerdo de la vergüenza para devolver a la guerra a sus víctimas. Los mismos impudorosos presidentes capaces de rasgarse las vestiduras ante una décima de subida del déficit mientras cientos de niños, como Hala, además de perder los zapatos pierden los pies y pierden la vida. Dudo que estos personajes –fieles a prostituirse por intereses económicos y de clase-, frente a unos zapatos infantiles abandonados puedan como Lola, mi cabaretera, sentir tristeza.

Una vez más, esta Europa de los mercaderes nos obliga a renegar de ella y esa caja de zapatos usados se convierte en un monumento a la hipocresía humana. Serán el residuo de otro nuevo holocausto fruto de la guerra. Miedo frente al que nació la idea de un continente unido en beneficio de la paz. Idea ahora sin sentido, pues los zapatos de Hala representan la cruel tristeza de un amor sin destino.

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