Opinión

Las primarias y la primavera

Abro la ventana para que entre el fresco de la mañana y veo venir desde el horizonte la algarabía de las primarias socialistas. Ruido, banderas, mítines, palabrería, juegos de poder, personalismos y escasez de contenidos. Ya no llueve porque es primavera. O es primavera porque parece que no lloverá. La democracia llama a mi ventana alimentando el bullicio. O quizás sea la algazara lo que pretende ser democracia interna en el horizonte de mi partido. Estoy confuso, como miles de militantes, y es por ello que he abierto la ventana buscando aire fresco.

Las primarias del PSOE para elegir secretario/a general ya tienen fecha y carteles. Tres rostros llaman a la puerta. Por primera vez tres opciones van a tener los avales suficientes para pelear por la dirección de uno de los grandes partidos de la historia de este país. Una España democráticamente nueva y cainita vieja. Y como el socialismo, desde el siglo XIX hasta finales del XX, ha sido el espejo de un país en marcha, ahora refleja diáfanamente las penas de la calle y la confusión de las masas.

En este albor del siglo XXI, el dolor de la crisis y el miedo al futuro lo han roto todo, propiciando una sociedad conservadora y confusa. Las primarias socialistas se mueven bajo esos mismos signos: crisis, miedo, conservadurismo y confusión. Los prolegómenos, desde que Pedro Sánchez cogió el fusil y se puso en camino, no transmiten nada diferente, ni siquiera la ilusión que su equipo intenta dibujar inútilmente. Ni el equilibrio de funambulista elegido por Pachi López augura una entrada triunfante de la paz en Ferraz. Ni la solvencia, expandida como nata por las huestes de Susana Díaz, alcanza a sonar como campanadas de felicidad para el día después. Todo es miedo -¿prudencia?- y confusión -¿decadencia?-.

¿Qué transmite la trinidad en este juego? En primer lugar una división irreconciliable. En segundo, un juego marrullero donde las sospechas de financiación y el manejo de los tiempos, con una precampaña fraguista agotadora, no semeja una contienda de iguales. En tercero, el torticero empleo de los “aparatos” en el que todos niegan como san Pedro la realidad evidente. Cada uno de los tres posee su trozo de la maquinaria y la utiliza de idéntico modo, con la misma mecánica añeja.

Es falso que estas primarias del PSOE sean un enfrentamiento de la militancia contra el aparato tradicional. Como tampoco lo fue en aquella ilusionante puesta en escena del experimento Borrell versus Almunia, en el que David venció a Goliat y donde la militancia perdió por primera vez la esperanza. Desde entonces a esta primavera, las primarias solo han servido para descuartizar al poderoso partido centenario. En aquel mayo de 1998 votamos 207.774 esperanzados militantes, el 54,18% del censo. Ahora creo que estamos llamados a las urnas unos 181.000 confusos afiliados en total. Las cifras cantan.

Queda un puñado de días para cosechar avales y hacer campaña. Poco tiempo, pero suficiente, para girar los timones y demostrar que las primarias socialistas representan el juego de la democracia y no el abandono definitivo del Paraíso Terrenal, ahora que es primavera.   

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