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El dulce recuerdo de lo sublime

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La Sala Valente de la capital ourensana acoge, hasta el próximo 10 de junio, la muestra "Colpo di fulmine" del artista Pablo Otero

Los colores de la fachada de la Sala Valente invitan al viandante curioso a adentrarse en el interior del edificio de la rúa do Paseo y descubrir qué está pasando ahí dentro. Tras cruzar la puerta y subir las blanca escalinata, un antiguo escritorio de madera saluda al visitante, como si de un taller de artista abierto al público se tratase la exposición de Pablo Otero. 

A ambos lados de la mesa, regentada por un jarrón de calas, se encuentran dos lienzos cargados de color, con rítmicos brochazos de verdes, blancos, azules o amarillos. Y al fondo de la sala, varias cartografías rodean un gran cuadro central de tonos claros, que se presenta bajo el título de "Mariñamansa".

Una carta geográfica abstracta del barrio ourensano, donde los azules, los verdes y los rosas flotan sobre un sosegado blanco, que bien podría tratarse de la superficie del mar cerca de la orilla, de ese tono que es casi trasparente. 

El paseo por la exhibición continúa, calmadamente, entre lienzos que alternan colores oscuros, cenizos, con otros más luminosos, tranquilos y dulces. 


La huella ourensana


Ourense sigue presente en toda la muestra, con constantes recuerdos del propio autor en numerosas piezas. Una de ellas, titulada "Quam iuvat immites ventos audire cubantem", habla de una tarde en la que Otero caminaba por Montealegre cuando lo sorprendió una tormenta. Decidió refugiarse en una pequeña cueva, desde la que tuvo la suerte de disfrutar del espectáculo natural sin mojarse.

El autor se refiere a ese momento cargado de felicidad: "Son momentos que aparecen sempre ligados na memoria e ligados con intensidade a un concepto persoal do sublime".

Por otra parte, "Volver a ver el humo de mi país" presenta unas emociones bien distintas. El propio cuadro, repleto de fuertes brochazos negros que trituran al resto de colores, utiliza un lenguaje brusco, violento. El autor, en este caso, recuerda regresar a la ciudad los últimos días del verano y reconocer, gracias al olor a incendio, que estaba de vuelta en el hogar. Una mezcla de sentimientos contradictorios que Otero, gracias a su abstracción, consigue plasmar en la tela. 

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