Lo saben bien los belenístas, quienes guiados por la tradición, año tras año tratan de sorprendernos a todos, pero rematadas las fiestas, todo bien embalado regresa a la buhardilla. Con la misma filosofía, con criterios economicistas pero también de sostenibilidad, el ayuntamiento de Allariz se destapa con una apuesta tan simple como brillante, donde prima la sencillez y el “hágalo usted mismo” un escenario cada vez más cuidado y lucido. Una decoración en las antípodas de la megalomanía de Vigo o el esperpento de Ourense; pero la historia de Allariz tiene su truco.
Detrás está el 'Festival de Xardíns', que les ha cargado de habilidades sobre el terreno, y materiales en muchos casos reutilizables. A todo ello se suma la continuidad de un equipo que ha ido valorizando y dinamizando el conjunto, y sobre todo -importante- mimando un Casco Histórico, al que llegado el momento, un simple lazo rojo y poco más lo envuelve de gala.
Pocas luces
En Allariz las luces de Navidad son unas filas de bombillas LED extendidas en algunos puntos de la zona histórica y poco más. El resto, una serie de intervenciones temáticas a la entrada de la Alameda, antigua Plaza de Abastos; los jardinillos de entrada a la calle O Portelo, el entorno de la iglesia de San Benito y una más escueta con renos y jaulas, al pie de la calle Emilia Pardo Bazán.
No nieva en Manzaneda, pero la nieve se recrea en Allariz sin los cañones de Vigo, con imaginación y un fieltro blanco que cubre de nieve donde es necesario “soñar” en blanco. No hay renos vivos arramplando con Papá Noel, pero sí están representados en madera de árboles recuperados para la ocasión.
El cambio en el concepto de decoración navideña en Allariz mudó hace cuatro ediciones, con la aparición de las primeras escenificaciones, emulando a los tradicionales poblados navideños y reduciendo las habituales luminarias de catálogo a una mínima expresión. Y los comerciantes no han puesto el grito en el cielo, “O número de persoas que camiñaban polo casco vello a fin de semana parecía un dos días da festa do Boi”, apunta Tino Seara, aparejador municipal, y responsable del equipo ideólogo de la actuación. Está claro que exagera en la comparación, pero no en el entusiasmo y receptividad en una iniciativa que ya está siendo imitada en ayuntamientos pequeños, donde el presupuesto sí es de mirar.
“Moitos concellos nos chaman, onde conseguíchedes isto, onde mercáchedes as casetas? Pero se eso o facemos nós, o debuxamos nós, e montámolo nós! e quedan moi sorprendidos”, comenta. Quizás por ser motivos alejados del catálogo ofertado por las empresas del ramo al que recurren los ayuntamientos, su apuesta es aún de más valor. En tiempos donde la capacidad de asombro del ciudadano anda saturada, sorprender con materiales reciclados y artificios de manualidades artesanas puede considerarse una gesta tan milagrosa como el espíritu navideño. Pero eso en una villa como la de Allariz, reforzada en autoestima, lleva las de ganar.
La escueta iluminación navideña es también reciclada de otros años y montada por personal del consistorio
Reconoce cierta presión y responsabilidad por estar a la altura de la expectativa generada en las fechas previas al montaje. Este año entre las sorpresas está un castillo de tableros. “A xente preguntaba pola montaxe, pero nós non diciamos nada. No Concello só unha parte do departamento de obras o sabía. A estructura básica que son os torreóns aproveitan unha parte do Festival de Xardíns, revestidos de taboleiro inífugo para que aguante”. Entre las intervenciones, un poblado con casetas precedido de un castillo transitable, una estación de tren alaricana, un corral de gallinas, unas casas a modo de nidos de pájaros en los árboles, o unos renos simulando tirar de trineos; todo muy navideño. Para todo ello han trabajado tres personas del departamento durante 25 días. Y con un coste -según dice- de unos 3.000 euros más el trabajo de pintar el castillo, que se lo encargaron a un pintor porque no les daba tiempo.
Inevitable pensar en el millón de euros demandado por un concejal de Cultura para montar un belén digno en el Casco Vello; en Ourense, claro.
