El Xurés presume de abuela

La entrimeña Mercedes Suárez Paz ingresaba ayer en el selecto club de los “semi-supercentenarios”, como se denomina a aquellas personas que alcanzan los 105 años. Una cifra de vértigo que, según los expertos, representan los nuevos 100.


Coqueta, divertida y con una memoria envidiable. Mercedes Suárez Paz celebró ayer sus 105 primaveras rodeada de familiares y amigos, entre los que se encontraba el alcalde Ramón Alonso, trabajadoras y residentes de las viviendas comunitarias Don Pepe de Entrimo con quienes comparte su día a día. Una celebración donde no faltó el dulce, “son moi golosa”, confesó; y la sidra para el brindis. “O prefiro antes que o champán”, comentaba la ya oficialmente abuela de Entrimo y, probablemente, de la comarca de A Baixa Limia de la que es originaria y donde reside desde hace una década, tras toda una vida en Vilaza (Verín).

 “Eu houbo unha época que me sentía máis de Vilaza (Verín) que de Entrimo, porque fun moi pequeniña para alí e á tía que me criou, Lupe, queríaa coma se fose a miña nai... Pero agora xa son de Entrimo”, declaraba ayer desde el saloncito de su habitación, con vistas a la sierra, y muy cerca de su aldea materna en O Casal. “A nosa casa era a mellor que había alí, cunha galería e un xardín…”, recuerda con cariño de la vivienda de la que disfrutaba cada verano en compañía de su marido, de quien enviudó hace mucho y sin hijos. “Non sabía que facerme”, recordaba con cariño, el mismo que derrochaba al enumerar a sus sobrinos, con quienes mantiene el contacto y quienes la visitan cada vez que tienen ocasión. “Estiveron no verán”, recuerda. 

La calidad de vida que ofrece el medio rural ourensano, con 391 personas de 100 años o más a 1 de enero, es una de las claves de la longevidad que presentan centenarias como Mercedes quien, tal y como subraya la directora del centro, Genoveva González, cuenta con una salud envidiable y hasta hace poco salía a pasear por A Terrachán. “Don Pepe (promotor de las viviendas) dicíame ‘Que elegante vai, vostede honra a casa’”, recordaba sonriente la cumpleañera, quien levantó pasiones durante su juventud. “Unha vez, puxéronme un verso no xornal (La Región)”, confesaba antes de ponerse a recitar, de memoria y sin titubear, los versos que le dedicó un “apasionado” del que no supo su nombre.

Jugar a las cartas, estar al día de las noticias y ayudar a sus cuidadoras preparando la cama son rutinas que la mantienen activa. “Eu no campo non traballei nunca, traballaba na casa e facía labores. Gustábame facer algo, non sei cantas colchas ganchillei”, recordaba sobre una afición que mantuvo hasta bien pasados los 95 años, cuando fijó su residencia en Don Pepe y confeccionaba tapetes que después obsequiaba a residentes y personal. “Segredo non teño ningún, so que non morro!”, bromea la centenaria, que presume de salud, aunque ya ha tenido un par de sustos. “É moi relixiosa. Xa lle deron dous veces a extremaunción. Cúrase máis cando vén o cura, que con calqueramedicamento”, comenta la directora. “Eu o que quería era morrer e ir ao ceo, porque se teño que ir ao inferno, prefiro quedarme aquí, que me coidan moi ben”, bromea sin miedo a la muerte.

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