ADAPTARSE A LOS TIEMPOS DE CRISIS

En la emisora de radio de la ciudad en la que vivo, los tertulianos invitados abordamos días atrás las repercusiones de la entrada en vigor de la Ley de Emprendedores, que se postula como la normativa más esperada por el colectivo de autónomos y pequeños empresarios y que, teóricamente, incorpora estímulos de crecimiento y creación de empleo.
Delante de la punzante crisis económica que sufre el sector, la referida ley promete nuevos incentivos fiscales, eliminación de trabas burocráticas y facilidades para acceder al crédito. Con esta bienintencionada iniciativa legislativa, se pretende, sobre todo, promover la creación de nuevos negocios y frenar la caída libre del pequeño comercio, que lucha por una difícil supervivencia frente al empuje de las grandes superficies y la competencia de los chinos y demás colectivos empresariales llegados de otros confines planetarios.

Camino de la radio, observo que una mayoría de bares y comercios se encuentran huérfanos de clientela y un buen número de locales permanecen con las persianas echadas o se publicita que se venden o alquilan. Muy cerca de mi domicilio, me llama especialmente la atención un cartel en el que se anuncia que se traspasa el negocio de un emprendedor que, en su día, fue premiado por el Ayuntamiento. Por muchos esfuerzos que se dediquen a adaptarnos a los tiempos de crisis, pienso que la reactivación económica y, consecuentemente, el consumo, no serán posibles mientras perduren las cicatrices del paro y de la sangrante política de recortes salariales.

Y en medio de un panorama tan sombrío, dominado por una pobreza creciente, aparece la noticia de que en nuestro país se ha incrementado el número de ricos. 'En plena crisis económica, y pese a los recortes, se contabilizan 402.000 millonarios en España', leo este titular en la prensa. La información precisa que el número de millonarios ha crecido un 5,4% con respecto al año 2012, lo que evidencia la rentabilidad que para algunos supone echar la caña en las turbulentas aguas del río de la crisis, en el que abundan los tiburones financieros y otras especuladoras especies antropomórficas, que gozan de especial protección por parte de sus acólitos, los políticos corruptos.

Mientras tanto, aquí, en una callejuela de El Prat, la policía abatía a tiros a un jabalí que, seguramente, buscaba algo que echarse a la boca. Intuyo que el pobre animal bajó de Collserola y, orillando el Llobregat, se acercó a la ciudad con trotecillo cochinero, con la sana intención de adaptarse a los tiempos de crisis para poder comer. Sin duda, toda una trágica metáfora de la nueva Ley de Emprendedores.

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