Antonio Fidalgo Santamariña

n n nEscribió el filósofo Martin Heidegger que la vida es un proyecto y la muerte la posibilidad de la imposibilidad de todo proyecto vital.
Comparto plenamente la idea de que vivir es realizar un proyecto personal y desarrollarlo hasta donde nos sea posible. Ya entiendo menos eso de que la muerte sea la posibilidad de una imposibilidad, pero intento, a pesar de todo, que los alumnos lo entiendan. Traigo a colación esta reflexión de uno de los más grandes filósofos europeos del siglo XX en un día muy triste para mí y para todos los que tuvimos la dicha de compartir una parte de nuestro camino en la vida con José Antonio Fidalgo Santamariña, profesor de la Universidad de Vigo en el Campus de Ourense, antropólogo y amigo. Conocí a Antonio Fidalgo en las reuniones del Departamento de Filosofía y Antropología Social, unos años antes de que la Universidad de Santiago de Compostela se segregase y naciesen de ella las universidades de A Coruña y Vigo. Las aguas universitarias bajaban muy revueltas en aquellos años ochenta del siglo pasado y había auténticas luchas de poder para alcanzar cargos académicos que hoy cuesta cubrir. Antonio venía desde Ourense para participar en aquellas reuniones en las que, en ocasiones, aprobar el primer punto del orden del día (Lectura y aprobación del acta anterior) podía llevar horas. Quizás por ello apelaba al buen sentido del colectivo recordando que el tiempo era un bien preciado y que perderlo de esa manera era una insensatez.

Tuvieron que pasar años antes de que todos le diésemos la razón y se remansaran las aguas de la universidad gallega y española. En el año 1990 pasó a formar parte de la naciente Universidad de Vigo, prestando sus servicios en el Campus de Ourense, y yo me quedé en Santiago, estrenando mi primer contrato como profesor ayudante. Pero seguimos viéndonos muy a menudo porque eligió como lugar de su segunda residencia mi Raxó natal, en el ayuntamiento pontevedrés de Poio. Además de las colaboraciones académicas y científicas, tuvimos oportunidad de compartir varios proyectos juntos, como el Foro de Pensamiento y Opinión 'Galicia Milenio', asociación de la que Antonio formó parte desde el principio como miembro de su junta directiva. Y participó, igualmente en la puesta en marcha del Seminario de Estudios Locales y en los cursos de verano organizados por este grupo en Sanxenxo, o en las Xornadas Estivais sobre Lingua e Cultura Galega en Raxó. En realidad, Antonio participó siempre de forma completamente altruista y generosa en todos aquellos proyectos que tenían que ver con Galicia, con su cultura, con su lengua y tradiciones.

He escrito en otro lugar un capítulo dedicado a Antonio Fidalgo Santamariña, el investigador, el profesor, el antropólogo y escritor incansable. Hoy quiero dar testimonio de que era también una persona excepcional, generosa y buena, de esas cuya huella perdura porque han entregado mucho amor a los que le rodearon. Ha fallecido en domingo, el día que garantizaba ir al cielo, según la mentalidad tradicional gallega. Si existe ese paradisíaco lugar, como opinamos los creyentes, hace tiempo que él tenía una plaza bien ganada porque él era, para mi, una parte de ese Cielo.

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