Me encuentro en la romería de la Ramallosa de Celanova el sábado 4 de agosto del 2012, a las once de la noche, hora en que comienza con un gran alarde pirotécnico. La Luna está en todo su esplendor, tenemos ramos en la plaza y faroles para alumbrar, la villa se pone en penumbra y comienza la noche de las ilusiones.
La procesión de la Ramallosa se abre paso por su ruta tradicional, y en donde cada grupo expresa su espontánea sorpresa guardada durante un año, para que en esta noche mágica pueda sorprender y hacer disfrutar a todos los que participan en este espectáculo. Salen todo tipo de faroles y la gente se agrupa para admirar sus originalidades y las van inmortalizando en sus cámaras y demás sistemas modernos: elefantes, ardilla, barco, libro, crisis, Eurocopa, la prima y demás sobrinos del euro, el fin del mundo, un grupo de ecologistas y muchos más.
Pero entre todos estos faroles mis ojos se fijaron en el de un grupo de niños muy pequeños que forman parte del equipo de futbol 7 local de la villa, llevaban puesta una camiseta de España y portaban un farol con el emblema de la Eurocopa. Era un farol pequeñito, muy fino, iluminado y portado con gran ilusión, pero que ante la ostentación de los grandes se quedaron tapados y desapercibidos entre la gran multitud. Este exquisito farol, y con la ilusión con que los niños lo portaron, no fue valorado, porque el jurado sólo se ha fijado en los voluminosos, y no en la pequeñez, la inocencia y la sencillez.
Le dan el premio a un farol que reflejó el desastre ocurrido durante meses en la carretera de Celanova a Orense y protagonizado por un camión emprotrado en un casa de Loiro, que nos tuvo a toda la comarca paralizada y nos interrumpió en las comunicaciones durante meses.
Pero entre todos estos faroles mis ojos se fijaron en el de un grupo de niños muy pequeños que forman parte del equipo de futbol 7 local de la villa, llevaban puesta una camiseta de España y portaban un farol con el emblema de la Eurocopa. Era un farol pequeñito, muy fino, iluminado y portado con gran ilusión, pero que ante la ostentación de los grandes se quedaron tapados y desapercibidos entre la gran multitud. Este exquisito farol, y con la ilusión con que los niños lo portaron, no fue valorado, porque el jurado sólo se ha fijado en los voluminosos, y no en la pequeñez, la inocencia y la sencillez.
Le dan el premio a un farol que reflejó el desastre ocurrido durante meses en la carretera de Celanova a Orense y protagonizado por un camión emprotrado en un casa de Loiro, que nos tuvo a toda la comarca paralizada y nos interrumpió en las comunicaciones durante meses.