MUSICOTERAPIA Y LA CALLE LAMAS CARVAJAL

Nuestro querido periódico La Región anunciaba días pasados que en el próximo mes de septiembre se va a desarrollar en nuestra ciudad el primer 'Seminario internacional de Jazz y musicoterapia' y citaba como lugares de celebración de tan interesante evento el Pazo de Vilamarin, Benposta, el Auditorio Municipal y la Escuela de Música.
Pues qué quieren que les diga. No discuto la oportunidad de que sean esos los 'contenedores culturales' que acojan este Seminario, pero eché de menos que no se citase la calle Lamas Carvajal como 'rúa' representativa y auténticamente emblemática del 'otro' efecto que la música provoca en sus sufridos vecinos.

Aunque quizás por eso mismo, porque lo vecinos son 'sufridores' y no 'disfrutadores' de los efectos de la música, los organizadores del Seminario, al igual que nuestros representantes municipales, prefieren hacer 'oídos sordos' a esta otra realidad de la música, cuando ésta invade la intimidad de los hogares de forma permanente llegando a generar una auténtica fobia a sonidos tan agradables como el de un clarinete, una flauta, un saxofón, una guitarra, un violín o cualquier otro instrumento de cuerda o de percusión que se tercie.

A lo mejor a la calle Lamas Carvajal la tienen reservada para cuando se celebre en Ourense el primer 'Seminario dedicado a instrumentos de tortura', en cuyo caso seguro que sus vecinos serán invitados a hablar largo y tendido sobre la llamada 'gota china' (no 'malaya' que esa gota no existe, la 'malaya' es una 'bota') que como todo el mundo sabe se refiere a la gota que machaconamente cae sobre el cerebro hasta que lo perfora generando todo tipo de trastornos psicológicos de los que los vecinos podrían exponer su propia ponencia sobre 'Los efectos de la antimusicoterapia'.

Y así, entre seminario y seminario, a lo mejor los sufridos vecinos se hacen oír lo suficiente como para que, por quien corresponda, se atienda esta más que legitima queja vecinal y se prohíba sonoramente el uso de la calle como sala de conciertos varios, bajo la advertencia de que sus vecinos se cansen y les vayan a cantar las mañanitas a más de uno que sigue sin enterarse de lo que pasa.

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