los tiburones financieros

Los mercados, a través de sus tiburones financieros, funcionan con la variable impertérrita del miedo, o con su variante más atroz todavía, que es la incertidumbre.
Nos ofrecen dos posibilidades: o liquidamos a precio de saldo nuestras pertenencias para quedárselas, revalorizarlas y ponerlas de nuevo a la venta, o aguantamos la tormenta hasta que ésta se convierta en tsunami y la ventolera se lleve por delante todos nuestros fondos, que irán a engordar sus alforjas. Cualquier opción significa meterse en la boca del lobo. O sea, ellos ponen el precio y nosotros la cama. Lo ocurrido con las cajas de ahorro ilustra el capítulo final de la actuación de la oligarquía mercantil y la industria financiera en un ambiente libre de regulación, control y supervisión, dejándolas en manos del fundamentalismo neoliberal.

Al igual que ocurrió con el Banco de Valencia, no nos esperemos cosas muy distintas con nuestras queridas cajas de ahorro; los escualos las ansían, las apremian, las quieren ipso facto, antes de que recuperen parte de su valor, y quedarse con los miles de millones de saneamiento a cambio de un euro. O dos. Y las quieren bien limpias, con pocos trabajadores, con pocas sucursales, sin preferentes, sin subordinadas, y sin ladrillo.

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