VALORES MORALES O el 'todo vale'

¿Es necesario que los miembros del cuerpo social actúen ajustándose a valores morales firmes, y más en los casos en que se ejerce algún poder? Se afirma con autoridad que la democracia necesita de los valores morales más que cualquier otro sistema político, y que caso contrario la democracia está en peligro.
Sin embargo, desde los años setenta del pasado siglo se ha ido generalizando la negación de la existencia de valores permanentes y se ha pasado a un conjunto de 'mandamientos laicos' que se pueden resumir en: haz lo que quieras, y mejor si con ello logras algún lucro. Se ha prescindido de verdades objetivas, para perseguir 'verdades coyunturales', a las que rendir culto.

Además, a lo largo de estas décadas discurre una corriente ideológica que desprestigia valores que expresen generosidad, don de sí, altruismo, patriotismo, solidaridad, etcétera, e incluso el sacrificio personal está mal visto. Su hueco ha sido ocupado por el egocentrismo y la codicia. Se desprecia a aquellos que promueven algún tipo de iniciativa social, para magnificar la función del Estado y sus brazos ejecutores. Paralelamente, después del elogio del 'porro', se da la contradicción de aceptar como valores la eliminación de la vida o la disolución de la familia, para luego, ¡oh paradoja!, clamar con llanto ruidoso por la degradación del país, cuando no deja de ser una consecuencia correlativa: aquellas lluvias trajeron estos lodos. Si la dignidad de la persona no se respeta, cualquier aberración es posible.

Trasladado a la política, después de relegar la moral al mundo estrictamente privado, el relativismo moral lleva al 'todo vale'. Así, para algunos, el poder político ha llegado a considerarse como un coto privado, contrariamente a lo que debe ser: un servicio a la sociedad; esto es, un bien común perteneciente por igual a todos los ciudadanos, aun cuando su ejercicio sea delegado en unos pocos por medio del voto.

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