ENTREVISTA

Antonio Donis: "En la Antártida no hay fines de semana, pero para mí todos los días eran domingo"

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photo_camera Antonio Donis tras su regreso a Celanova.

La experiencia de este celanovés en la Antártida explicada por él mismo

El capitán del Ejército de Tierra Antonio Donis Quintairos ha disfrutado de unos días de relax en su comarca natal de Terra de Celanova tras su experiencia, de casi cuatro meses, como integrante de la "XXI Campaña Antártica". Una experiencia única que relata en esta entrevista.

¿Cómo definiría su estancia en la Antártida?

La Antártida es un privilegio del que muy poca gente puede disfrutar. Ha sido una experiencia única y larga, porque dura más de un año desde el proceso de selección. Con una preparación con casos difíciles, pero cuando estás en el sitio, la realidad supera todo ese conocimiento. 

¿En qué consistía su trabajo?

Primeramente dar apoyo a la comunidad científica que desarrolla su actividad en la Isla Decepción, donde está ubicada la Base Antártica Española del Ejército de Tierra. Luego llevábamos una serie de proyectos propios, en mi caso dar a conocer la misión en y el vuelo con drones, que era algo totalmente novedoso en la Antártida. Volar allí no es fácil, tanto por el tema burocrático como por las condiciones climáticas. Pero los resultados, servirán de apoyo para infinidad de proyectos, tanto para instituciones públicas como privadas. Como community manager, me encargué de realizar un total de 115 videoconferencias con centros enseñanza de toda España (incluidos los tres de Celanova) y de las redes sociales. Llevamos a cabo el apadrinamiento de 250.000 pingüinos en una campaña solidaria que ha permitido recaudar 12.000 euros para la investigación del cáncer.

¿Cómo era el día a día en la isla?

Muy concentrado. Se han dormido muy pocas horas porque una vez allí, quieres aprovechar el día al máximo. Teníamos un horario y unas tareas diarias marcadas, con trabajo de apoyo a los científicos en diferentes lugares de la isla y el desarrollo de nuestros propios proyectos, reuniones grupales para coordinar las acciones del día siguiente y luego, a última hora del día, un tiempo de desconexión para conocerse y también para nosotros. Allí no hay fines de semana, pero para mí todos los días eran domingo porque estabas en la Antártida.

¿Y el clima? 

A nivel climatológico, al estar en el verano austral, teníamos una temperatura entre -10 y 10 grados, como un invierno duro en Ourense. El problema de la Antártida es que las condiciones cambian en 10 minutos, por eso teníamos que estar muy pendientes. Dicen que la Antártida es el motor climatológico de la tierra, lo que allí ocurre repercute en todo el mundo.

Cuando mira atrás, ¿con qué se queda de esos tres meses que ha pasado allí?

Hubo dos momentos que me marcaron. Uno fue al entrar por Isla Decepción, se te pone la piel de gallina. Y el otro visitar la pingüinera, ver esas 60.000 aves es toda una explosión de vida. Me sentí como dentro de un documental. Luego, me llevo la convivencia con la comunidad científica y mis 12 compañeros, que son ya la familia antártica.

¿Cuál fue el momento más duro?

Fueron dos, la muerte de nuestro compañero en plena misión fue un momento difícil (el capitán de fragata Javier Montojo Salazar falleció tras caerse del buque de investigación oceanográfica Hespérides) y, estando allí, me comunicaron desde España la muerte de un gran amigo y compañero del área de Transmisiones, que también había estado en la Antártida.

¿Repetiría la experiencia?

Indudablemente, si. Aunque está claro que es duro porque estas casi cuatro meses alejado de la familia, y más con niños pequeños como es mi caso. 

Traerá un montón de anécdotas

Tengo dos muy curiosas. La primera la visita del padre de una compañera de expedición, que había participado en una de las primeras misiones a la Antártida, y que se compró un pasaje en un crucero que hacía parada allí y pasó todo un día con nosotros. La otra anécdota ocurrió ya en el viaje de vuelta en el Hespérides. En el barco coincidimos con los compañeros de la Base Antártica Juan Carlos I y entre ellos había otro celanovés, ¡Camilo de Feas!.

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