CELANOVA

El último viaje de Rosendo

Celanova San Rosendo
photo_camera El párroco César Iglesias muestra parte de los relicarios que se conservan en la sacristía. (XESÚS FARIÑAS)

Celanova celebra este viernes la fiesta de San Rosendo en una jornada cargada de religiosidad y simbolismo que incluirá la procesión de las reliquias por el Claustro Barroco. Pero no están todas las que son, aunque son todas los que están.

El 1 de marzo de 977 fallecía en Celanova Rosendo Gutierrez, obispo y fundador del cenobio local, tras una longeva vida marcada por sus proezas religiosas, civiles, sociales e incluso militares. "Lo inhumaron allí mismo, en la capilla de San Pedro debajo del altar. Pero en el siglo XII visitó Celanova el cardenal Jacinto, quien tras conocer la realidad del santo, su prestigio y milagros, mandó construir otra capilla donde la gente lo pudiera venerar", relata José Carro Otero, presidente de la Real Academia de Medicina de Galicia y gran estudioso del personaje sobre el que hace medio siglo realizó el primer estudio anátomo-antropológico de sus restos y que confirmó sus últimos viajes post mortem.

El cráneo partió ese mismo siglo con el cardenal Jacinto hacia Roma, sin que se conozca en la actualidad su ubicación, y desde entonces y hasta el siglo XX, restos del santo se han enviado a las catedrales de Mondoñedo, Ourense y Santiago de Compostela, el colegio Corpus Christi de Valencia o el altar parroquial de Verín. Si bien la parte importante se conserva en la arqueta de plata elaborada en el siglo XVII que se conserva en el altar mayor de Celanova y en varios relicarios de la sacristía -alguno de los cuales Carro no pudo corroborar su autenticidad-, y de los cuales salió , tal y como relata el párroco César Iglesias, la última reliquia con destino a la diócesis cubana de Pinar del Río. 

En el transcurso del estudio, José Carro recuerda con una sonrisa la apertura del relicario de Mondoñedo "¡Era un palo!", recordaba, para acto seguido explicar que, en aquella época para abrir las arquetas, "los monjes pasaron tres días haciendo penitencias y ayunos para ser dignos de tocar los huesos. Creo que estaban debilitados y por eso pienso que confundieron la canilla del brazo (un hueso largo) con parte del bastón. No veían bien, y los huesos toman el color del sitio en el que están. Los dieron de buena fe". Algo que confirmaron al abrir la arqueta de Celanova y encontrar trazos similares con una pieza de bronce en un extremo. 


Alto, viejo y con osteoartritis 


En el plano físico, la investigación confirmó que fue un hombre muy alto (entre 1,77 y 1,81 centímetros), muy viejo para su época (unos 70 años, cuando era raro que superaran los 60) y descubrió que sufrió varias patologías: "una osteoartritis reumática crónica, una coxa larga bilateral que le provocaba que al andar, diera tumbos laterales bamboleándose de lado a lado, y que hubiera sido más largo si no hubiera sufrido tres parones en su crecimiento durante la pubertad", enumeraba Carro.

Las de San Rosendo no son las únicas reliquias que cobija el monasterio celanovés. Además de la urna con los restos de San Torcuato, discípulo del Apóstol Santiago, cuyo cuerpo ha sido reclamado en alguna que otra ocasión desde Guadix de la que es patrón, en la sacristía se conservan en una veintena de relicarios de Santa Ilduara, madre de San Rosendo, San Facundo y San Primitivo, mártires de Palencia, o de San Estéban de Carreña, cuyos restos llegaron aquí huyendo de la invasión de Napoleón. "También está la espina de la corona de Cristo, pero esa sí que no debe ser auténtica", apuntaba el propio César Iglesias, quien enfatizaba que tan cuantioso tesoro da cuenta de la importancia del cenobio a lo largo de los siglos.

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