RETORNO A LAS RAÍCES

Manuel Enríquez: "En 55 años que llevo en santos, todas las noches paseé por Celanova"

photo_camera Manuel Enríquez con su esposa, María Marcelina Domínguez. (M. ÁNGEL)

Manuel Enríquez Casal, natural de O Ribeiro (Celanova), se libró de hacer la mili emigrando a Brasil. Un viaje que planeó para tres años, pero lleva ya 55 en Santos.

El país le acogió con los brazos abiertos y el que participa activamente, como vicepresidente del Centro Español, directivo de la sociedad Rosalía de Castro y de la Comunidad Española de la Bajada Santista. Estos días disfruta con su mujer María Marcelina, de sus vacaciones en su Celanova natal.

¿Por qué emigró a Brasil?

Mi padre ya había estado en Brasil y había vuelto y un hermano mío y yo pensamos que, en vez de ir a la mili, podíamos ir allí a trabajar tres años y después volver. Lo hice 14 años después, en julio de 1975, casado con mi esposa, María Marcelina Domínguez (viguesa), y con dos hijos uno, de 4 años y otro de seis.

¿Cómo se conocieron?

La conocí en un club que fundamos nosotros, el Club Juventud Española que hoy ya no existe , donde organizábamos bailes con unas orquestas. Los españoles empezaron a llevar a sus hijas a esos bailes y ahí empezó nuestra historia... Ella tenía 15 años.

¿Qué es lo que más les chocó en ese primer viaje de vuelta?

Vinimos a pasear, a dar una vuelta. Mi hermano ya había vuelto hacía cinco años y recuerdo que lo que más me chocó fue el progreso. Cuando me marché, la iglesia parroquial de Orga y la de San Miguel de Celanova, me parecían enormes, igual que la carretera de Ourense. Pero al volver, la carretera me parecía un camino y las iglesias, capillas. Recuerdo que pensaba "¡no es posible que encogiera tanto esto!".Después de aquellas, volvimos en 1978, en los noventa y, en los últimos doce años, venimos cada verano.

¿Cómo es su vida en Brasil?

El país nos acogió muy bien, mi mujer es maestra jubilada y yo tengo gasolineras con unos socios. Tenemos tres hijos y dos nietos, que ya estuvieron aquí dos o tres veces, les gusta esto. Allá somos parte de la colonia. El club que fundamos se acabó, pero en Santos tenemos un centro español del que soy vicepresidente y participamos en el Socorros Mutuos y Beneficencia Rosalía de Castro, que ampara a los viejiños que no hicieron las Américas. Hoy tenemos unos 50 asistidos. 

¿Los centros gallegos siguen manteniendo su actividad?

Sí, se mantiene. Tenemos muchas fiestas, somos famosos por las comidas que organizamos, somos especialistas en paellas, y también por los encuentros en la playa de futbol.

Y cuando vienen aquí, ¿qué les gusta hacer?

Estar con la familia, con los amigos. Yo conservo muchos amigos de la infancia. Andar de paseo, ir a las pozas, comer bien, sentarse al atardecer en el espolón tomando una caña. Cuando estas allá, estas vivencias se hacen más fuertes todavía. Seguramente todas las noches paseé por Celanova en estos 55 años. Al gallego la morriña nadie se la saca. 

¿Se plantean volver?

Nunca se sabe. Si volviéramos para Celanova, quedarían allí nuestras raíces y añoraríamos aquello. Nuestros hijos y nietos ya nacieron allá, aunque tienen la ciudadanía. España y Galicia tienen una calidad de vida muy buena, aunque los gallegos piensen que no. Yo escuché a un señor decir "que felices serán los gallegos cuando sepan que son felices". Aquí hay los problemas que tiene cualquier país, pero se vive bien. En el país en el que estamos es muy lindo, muy bueno. Uno prosperó y vivimos bien, pero no hay esta tranquilidad, hay mucha criminalidad, mucho robo. 

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