El traslado permitió a la San Carlos garantizar la atención

Hace un año la residencia San Carlos de Celanova vivió sus peores momentos. La pandemia azotaba con dureza a este centro de mayores donde se contagiaron 58 usuarios y 18 trabajadores. "Foi moi duro, non sabía ben o que era e vivíalo como algo lonxano, ata que o tivemos dentro", recuerda Sonia Opazo, portavoz de la plantilla. Ella fue una de las pocas trabajadores que no llegó a contagiarse, manteniéndose al pie del cañón con una plantilla mermada por culpa del virus. "Non había mans suficientes para facer todo o traballo que tiñamos", afirma. Su prioridad era evitar contacto entre positivos y usuarios con los pocos que escaparon del covid. Mientras las trabajadoras hacían lo posible para garantizar la mejor de sus usuarios, sin un material, que no llegaba y con escasa información, desde el patronato y las administraciones públicas ya trabajaban en busca de soluciones. "La situación se complicaba y nos pusimos en contacto con la Fundación San Rosendo para saber si era posible utilizar sus instalaciones de Os Milagres", cuenta César Iglesias, presidente del patronato. El espacio estaba disponible, solo faltaba un material que desde la San Carlos enviarían. Así se comenzó a fraguar el primer traslado de este tipo a un centro que se estrenó con la mayoría de usuarios positivos de la San Carlos, que fueron atendidos por personal de la Xunta, mientras una pequeña parte se quedaba en Celanova, separados de los negativos. "Foi unha situación que nos costou moito e non había forzas, pero había que facelo. O traslado axudounos a desafogar unha carga de traballo á que non eramos capaces de facer fronte", relata Opazo. A la propia residencia también llegaron otros trabajadores para dar apoyo a la plantilla. "Se vivieron momentos de apuro y nervios, pero tanto el Concello como los vecinos nos ayudaron mucho", agradece Iglesias. Casi dos meses después de ese traslado, la última usuaria regresó a la San Carlos en un día "especial" para todos en la residencia, que ganaba la batalla al virus. "Foi moi emocionante e subiunos moito o ánimo porque volvían ó seu fogar", señala Opazo. Desde ese momento, el covid no volvió a entrar y despidieron un año trágico con la mejor noticia, la primera dosis de la vacuna. Un cambio difícil para los usuarios con nuevo personal en un lugar diferente Los usuarios que se trasladaron a la residencia de Os Milagros sufrieron el cambio, dejando el que era su hogar por un nuevo centro en el que otras personas se encargarían de su atención. "Ellos son los que más lo sintieron, todo era diferente y seguro que extrañaron al encontrarse con tantas caras nuevas", reconoce César Iglesias. Para los trabajadores de San Carlos fue la única manera de hacer frente a esta crisis. En vísperas del traslado recibieron la visita de la Unidad Militar de Emergencias (UME), quienes desinfectaron el recinto y asesoraron a la plantilla. "Éramos poucos os que estabamos traballando e as directrices que nos deron serviron de moita axuda para saber o que facer", destaca Sonia Opazo. Sin despedidas La San Carlos se volcó para atender a los 58 usuarios positivos, pero también a los negativos, con el objetivo de que saliesen adelante. No fue posible y 11 vidas se perdieron en este camino. "Doía moito que te chamasen para decirche que algún falecera nos Milagres ou no CHUO. Non podías estar con eles, coidándoos nese último momento", lamenta Opazo. Algunos de esos residentes llevaban muchos años en el centro, por lo que las emociones afloraban:"Caíache a alma ós pés cando te avisaban", reconoce.