‘Anticristo’: las claves y las ventajas de un escándalo

Willem Defoe, Lars Von Trier y Charlotte Gainsbourg, durante la presentación. (Foto: Christophe Karaba)
El escándalo en Cannes, como en tantas otras partes, es una estrategia de eficacia probada. Un recurso con el que sin duda contaba Lars Von Trier al presentar su última película, titulada oportunamente ‘Anticristo’ y llena de provocaciones para el espectador.
Por su actitud en la rueda de prensa, parecía que Lars Von Trier lo tenía todo planeado. Su película era la excusa para crear la performance que ahí se estaba desarrollando: periodistas acalorados, otros, desde Rusia, comparándole con Chejov o Dostoievski, y, en medio, él: con traje blanco y afirmando ser el mejor director del mundo.

‘Estoy seguro de que muchos otros directores lo piensan pero no se atreven a decirlo’, remató. Aunque en eso no le faltaba razón.

Ese encuentro con los medios sí era un producto cien por cien Von Trier: contenía tensión, dramatismo, urgencia. Su mejor obra desde ‘Dogville’ (2003), podría decirse. Aquélla duraba tres horas. Hoy le bastó con cuarenta y cinco minutos de duración en riguroso directo.

La última vez que hubo escándalo en Cannes fue con ‘Irreversible’ (2002), de Gaspar Noé, y la repercusión posterior de la película fue notable. La causa: una escena de violación en tiempo real con Monica Bellucci como protagonista. David Cronenbergh con su mezcla de sexualidad y automovilismo en ‘Crash’ (1996), por poner otro ejemplo, ganó el premio especial del jurado.

Siempre sexo o violencia o, a poder ser, una mezcla de los dos. Ni en Cannes se producen polémicas vanguardistas u originales y tampoco los asistentes al festival dejan de sorprenderse por lo que no deja de ser más de lo mismo, por mucho que Von Trier lo lleve a un límite casi insoportable.

El danés apunta maneras desde el título, aunque su cinta no tiene nada que ver con el antagonista de Jesucristo. El mal tiene nombre de mujer y el rostro de Charlotte Gainsbourg, una madre torturada por la pérdida de su hijo pequeño y que se va con Williem Dafoe, su marido, a pulir aristas a una cabaña. A partir de ahí, vía libre para la polémica.

Como en ‘La pianista’ -cuya protagonista Isabelle Huppert preside el jurado este año-, la estrella de la película es una ablación, aunque esta vez mucho más explícita. No falta detalle, de hecho. Pero hasta llegar ahí, el espectador tiene que pasar por todo un calvario. Si la película no fuera tan solemne, habría sido un festival de vísceras y humor.

La lista la completan una pierna ataladrada y acoplada a una rueda de afilador; unos genitales masculinos golpeados con un tronco de leña que provoca una erección que culmina eyaculando sangre; un intento de entierro en vida y sexo incomprensible en medio de la violencia.

Todo ello orquestado por berridos casi constantes y con la naturaleza, en forma de buitres, cervatillos y un largo etcétera, amenazando con retomar su hegemonía. Siempre en pos de Von Trier, que quiso ser el protagonista del festival y lo consiguió. No tenía fuerzas para una buena película, así que decidió crear algo mucho más fácil: un escándalo.

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