En la antigua iglesia de los franciscanos

Un oasis de silencio envuelve el espacio ante las paredes laterales de la gran nave de la antigua iglesia franciscana. Sobre nuestras cabezas el cielo limpio, mas qué sensación tan opuesta a la de la antigua abadía cisterciense de San Galgano, y no sólo por no hallarse en la colina de Montesiepi, con la laica espada del santo inserta en dura roca, un espacio en plena naturaleza de la Toscana italiana. Mas nos gusta la de Ourense y lo que ofrece aún la histórica iglesia conventual de los frailes mendicantes, coetánea medieval de la de Italia. El cielo sobre el “Campo de San Francisco”, como se llama entre nosotros este espacio desde el siglo XIV, es acogedor sobre la hondonada del Barbaña, con la vista dilatándose hacia Vistahermosa, y el Miño discurriendo, poderoso y ancho, hacia el Ribeiro. Subimos hacia el Este por el derrame de Montealegre y sus empinadas calles. El antiguo camino por el “Postigo de san Francisco” desde la plaza del Corregidor, que está lleno de escaleras y pintadas, carece de su cruceiro y del encanto de antaño. Afectado por tamaña transformación fue colocado ante la histórica capilla de la Venerable Orden Tercera de los laicos franciscanos, propiedad municipal subdividida en funciones suplementarias para museo arqueológico y la red de paradores institucionales de peregrinos a Santiago. Para llegar hasta ella, en el límite del antiguo convento de los frailes franciscanos, con sus patios y claustros, extramuros del burgo de Ourense. Su ubicación fue abandonada por la obligatoria desamortización y consiguiente exclaustración de 1835, lo que provocó la extracción de sus partes más significativas, fachada y cabecera principalmente, para conformar una nueva iglesia embutida hoy entre edificaciones al norte del parque de San Lázaro. Es una maravillosa sensación, en soledad sonora, nuestra “ollada na rúa” en el vacío espacio ante la alambrada que corta el paso a la nave eclesial franciscana. Las hierbas crecen altas, a su aire, es la naturaleza que recupera su ser. Cinco hornacinas de arco apuntado horadan la pared sur, con otros dos pequeños huecos en los extremos asimismo en arco. Todo habla del gran predicamento de los frailes menores entre la población del Estamento nobiliar del burgo de Ourense y su predilección por su enterramiento aquí, confianza en la intercesión de los hijos de san Francisco para alcanzar el Paraíso. En el segundo tramo luce aún una esbelta ventana con parteluz y cuadrifolio superior sobresaliendo del muro. En la pared N. destaca a continuación de los tres nichos de hornacina apuntada la estructura de lo que fue una relevante capilla funeraria nobiliar, en la que todavía puede atisbarse policromía. La inversión firmada por la Xunta y el Ayuntamiento en septiembre de 2016 para hacer en todo este antiguo espacio sacro un museo, debería ser pronto una realidad. En la memoria están los frailes que desde aquí fueron agentes activos de pacificación de la ciudad. Ante el brazo sur del crucero con sus capiteles vegetales rematando las columnillas, crecen plantas, en la libertad de los hijos de Dios que amaba el Poverello de Asís.