GUSTAV HENNINGSEN

De caza de brujas, en Galicia

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photo_camera Meigas, adivinación con tijera y cedazo. (GUSTAV HENNINGSEN)

La Galicia Mágica de Gustav Henningsen (1965-1968): investigación etnológica sobre creencias y brujería

“Al principio de mi estancia en Galicia me sentí transportado a la Dinamarca de Evald Kristense, gran folclorista danés de principios del pasado siglo, pero rápidamente me di cuenta que me equivocaba, al juzgar a aquellos pueblos por el medio primitivo en el que vivían. La mayoría de sus habitantes habían viajado ya mucho por el mundo, y la mayoría intentaba seguir a su manera el ritmo de los nuevos tiempos a costa del sudor de cada día”. En el rural gallego hay una escena que se repite . “El aparato de radio transistor, que todos tenían cuidadosamente cubierto por una cortina de plástico en una esquina de su cocina, llegó a ser para mí el símbolo de aquellas gentes que viven conscientes de que el mundo a su alrededor se les escapó”.

Eran otros tiempos. Galicia, sí, años 60 del siglo pasado. Y contado así, el relato, por momentos pudiera ser/parecer injusto.

El 26 de agosto de 1965 un danés de 34 años -folclorista y antropólogo-, larguirucho como un palo y de mirada torpe, aterriza de rebote en Galicia. Se encuentra con un país envuelto en la bruma secular de creencias y ritos, donde aún se respiraba “una mentalidad pre lógica”. Los vecinos aún se saludan entre ellos con un San Antonio bendito, y a las vacas y cerdos se los envuelve en amuletos, las casas se llenan de escapularios, agua bendita y demás prácticas convenidas, pero todos niegan ritos esotéricos. Gustav Henningsen (Slagelse, Dinamarca, 1934), especializado en temáticas relativas a la brujería ya había desarrollado en su país estudios de brujería y su raíz histórica , el tema de su tesis doctoral, pretendía hacer lo mismo en Galicia. Empieza en la zona de Ordes , “una pequeña villa entre Santiago y A Coruña”, aunque su deseo hubiera sido el País Vasco, pero sus conversaciones entonces con el tótem de la antropología estatal, Julio Caro Baroja, se lo desaconsejaron por ser un territorio donde ya había mucho especialista sobre el terreno. Su metodología de trabajo era simple, meras comparativas, estudios de campo sobre el terreno para después sacar conclusiones con otras realidades comparadas; primero su propio país, luego Galicia, más tarde Irlanda, pero la historia no se escribe sobre renglones seguidos. En Galicia pasarían muchas cosas, otras realidades sobrevenidas que le harían cambiar de planes, también regresar al País Vasco, donde hoy –si hablamos de brujas- el profesor Gustav Henningsen es una referencia, pero eso es otro tema.

Leituario, para devolverle la leche a una vaca que lo ha  perdido__result

Tres años después. El 1 de septiembre de 1968 Gustav Henningsen regresa a Dinamarca, después de un período de tres años de investigación, becado por la Universidad de Copenhague. Contaría también con varios alumnos también becados y una metodología de trabajo –incluso hoy- inexistente. En su maleta, entre los enseres de él y su mujer Marisa Rey, española de origen gallego, encontramos más de 1000 hojas de cuadernos de apuntes, 160 horas de grabaciones con entrevistas sobre creencias populares, que incluyen reportajes de O Corpiño con gritos de los posesos y algunas sesiones secretas de espiritismo; 3196 clichés fotográficos de su Rolleyflex; mil negativos microfilmados de ejemplares de manuales de magia que pertenecieron a curanderos gallegos; manuales exorcistas de los siglos XVII y XVIII, incluso la tesis doctoral del Dr. Cabaleiro Goás sobre casos de posesión en Galicia; colecciones, una de amuletos, de estampas de los santuarios gallegos, de coplas de ciego, manuales de confesores que incluyen una lista de pecados por superstición; y casi cinco mil páginas manuscritas relacionadas con la Inquisición Española reproducidas del Archivo Histórico Nacional, y un libro de San Cipriano .

Todo el material sonoro se encuentra desde hace siete años en La Universidad de Santiago, y parte de sus fotos de rituales han sido expuestas conveniente producidos por O Museo do Pobo Galego, recalando en varios sitios de Galicia, entre otros el Museo Etnolóxico de Ribadavia.

Ardemil, años 60

Ardemil “es una de las parroquias más atrasadas de Galicia, aunque las diferencias con otras parroquias no es demasiado grande, de no ser aquellas donde merced a la concentración parcelaria se construyó buenas carreteras incluso nuevas escuelas. En los campos de Ardemil los surcos se abren con arado de madera, y a falta de ellos los hay quienes suman las vacas lecheras al arado”, lo cuenta Henningsen en uno de los textos del catálogo “Galicia Máxica”, recomendable exposición en formato fotográfico donde se recogen sus frutos de entonces; entre otros el libro recoge textos de los especialistas Marcial Gondar y Xosé Carlos Sierra.

Novios con invitados en Xermade, Ardemil__result

En Galicia, los años 60 del pasado siglo eran un boceto de laboratorio, extraño pero real, cincuenta años después, sobre el territorio muchos de aquellos grandes problemas estructurales aún se ciernen sobre el conjunto como espada de Damocles a los que es bien difícil poner remedio. En Galicia la población siempre ha estado dispersa, máxime hace medio siglo donde las tierras se explotaban casi a mano, era entonces cuando empezaban a verse los primeros tractores. Entre las cosas que más llamó la atención al danés, era que aquel terreno ondulado, donde no había cultivos imperaban los ‘toxos’, bien visible su dominio del color amarillo sobre el paisaje, con flores casi todo el año. Gran parte del trabajo de los labriegos consistía en cortar aquellos arbustos con pinchos y llevarlos para sus casas, la orina y los excrementos de las vacas servían de abono, dos veces por año, en primavera y en otoño, con aquel abono se nutrían los campos. Animales y hombres convivían en el mismo espacio, “las casas tienen todas vivienda, y cuadra, con tres o cuatro vacas, y habitáculos para el forraje. Otro lugar, “la gran cocina donde la ‘lareira’ se alzaba sobre el suelo, y rodeaba de bancos es el lugar de reunión de las familias. En el centro, sobre fuego abierto, se hace la comida. Cerca, , un enorme pote de hierro negro para cocer las berzas y los desperdicios para los cerdos”. El gran inconveniente –según el folclorista- para no modernizar las cocinas con gas, estaba el no poder calentar el pote, por lo que habría que seguir contando con la lareira durante décadas. En muchos lugares aquel fue el único mundo que conocieron, después, cuando los moradores se fueron, vino el abandono que hoy es lamento. “En el piso alto hay camas, armarios y una gran mesa con sillas y banco. A veces ese piso está dividido en varias habitaciones, pero normalmente solo es una, donde duerme toda la familia. Los únicos adornos sobre la pared, aparte de estampas, amuletos que pasan desapercibidos para un profano, son los cuadros de santos, de la virgen, el retrato de Franco y un calendario de brillantes colores con una moza guapa en bikini, regalo navideño del tendero de Ordes”. Impera el minifundio, tan común en Galicia, donde varias generaciones es habitual verlas convivir de manera conjunta. La emigración es un lastre, una constante, “la juventud del campo se encuentra en las ciudades, en busca de trabajo. En ciertas partes de Galicia la emigración llegó a tal punto que todos los hombres capaces para el trabajo abandonaron su hogar dejando a las mujeres a cargo de la hacienda. De política no se habla, el interés es escaso, Franco salió victorioso de la Guerra Civil y a Franco, que también era gallego, le otorgaron los méritos por los adelantos y progreso que alguno hubo desde entonces”.

Tres años después

Tres años después, el 1 de setiembre de 1968 el prometedor antropólogo regresaría a Dinamarca, su estudio en parte era un fracaso. La comparanza entre comunidades y sus prácticas de brujería no remataría en Irlanda; su tesis doctoral “Análisis estructural de la creencia en brujas” partía de un error de base, la gente no siempre dice la verdad, es más, si les preguntas por un tema mienten. Además había condicionantes sociológicos Curando un ni+¦o de la sombra__resulty culturales no extrapolables aunque las intenciones fueran loables. Lo que en su país era un orgullo, el hecho de responder a un estudio de campo para analizar su componente cultural, en otros como el nuestro, pudiera ser todo lo contrario, incluso encontrarse con actitudes contrarias, como cuando un párroco de aldea dijo de él –en medio de la misa del Corpus- que lo que pretendía con sus encuestas era hablar mal de ellos. Él, que estaba en la iglesia, se mostró asombrado, su intención era sólo comprender el significado de echar flores delante de la procesión, flores, que una vez bendecidas a su paso del santísimo, convencidos de sus “atributos sobrenaturales” eran llevadas a las casas. “Nadie dudó que se refería a mí, el extraño contenido del sermón le chocó también a los otros romeros”. El cura era nuevo, pero lo parroquianos ya empezaban a conocer al danés miope de gafa de pasta y larguirucho, a quien jamás – a pesar de llevar gafas- podían acusar del mal de ojo porque sus únicas pertenencias eran una aparatosa grabadora y una cámara fotográfica con la que registraba cualquier atisbo de ritual de corte sobrenatural, además, se brindaba a fotografiarlos a todos en su medio, incluso fallecidos- para que dieran fe de su existir ante sus compatriotas emigrados.

Veinte meses

“El trabajo de campo en Galicia dura veinte meses, además de un viaje de orientación de catorce días en el verano de 1965, en el que hice algunas entrevistas de prueba y conocí al antropólogo social Carmelo Lisón Tolosana, que después de su graduación en Oxford estaba haciendo un trabajo de campo sobre las cuatro provincias gallegas”, relata Henningsen. Aquel arranque iniciático junto a Lisón, con el que compartió sus últimas entrevistas, le serviría de mucho, pues además de abordar muchas cuestiones de tipo sociológico, también hubo muchas otras de “manifestaciones sobrenaturales”.

A uno le cuesta imaginar cómo fue el acercamiento de un componente extraño a aquel mundo rural, siendo un extranjero -familiarizado con el español, su mujer María Rey es madrileña de origen gallego-, no lo estaba con el gallego, y además preguntando sobre cuestiones muchas de carácter muy privado. A finales de 1965 se instala con su mujer en Ordes, donde vive casi un año; allí, comienza sus primeras entrevistas, que a medida en que se familiariza con el idioma, se ve más seguro para recorrer la contorna, lugares aislados que sólo se podía llegar a pie; la mayor parte de las entrevistas las consiguió en Ardemil, a unos 5 kilómetros de Ordes.

“Eu non creo nas bruxas, pero habelas hainas”

Ardemil no tenía luz, ni en el arranque de la investigación, ni al final, en 1968, cuando los vecinos andaban en tratos con las autoridades para conseguir la energía eléctrica. “Eu non creo nas bruxas, pero habelas hainas”, semeja ser la respuesta preferida del paisano gallego, que si le preguntabas si creían en las brujas, en su mayoría lo negaban con rotundidad, “pero si le preguntabas qué harían con la vaca si echase sangre al ordeñarla o si la cerda se empeñara en comer sus crías. Siempre me confesaban remedios mágicos”.

Curando la icteria__resultSobre la marcha el danés cambiaría el rumbo, la forma de interrogar a los moradores de aquel mundo de sombras donde la mecanización llamaba a las puertas. 50 preguntas como si fueran estoques, dispuestas a sonsacar la verdad aunque fueran con derivadas y meandros formularios que hubieran de llegar cuando la conversación enfilaba situaciones más críticas. No era fácil. Todas aquellas prácticas –según el estudio- tenían mucha relación con la práctica económica subdesarrollada, en realidad aquellas creencias religiosas se derivaban de esa situación. Amuletos de cuerno de cabra, cerdos engalanados alrededor del cuello. No todas las vacas eran provistas de amuletos, tan sólo aquellas que daban leche, curiosamente “aquellas expuestas a la envidia de las brujas”. Apunta el danés que los vecinos tratan entre ellos de evidenciar –fórmulas de cortesía, giros en el habla- que no son brujos, que tratan de desear lo mejor para el prójimo. El saludo, máxime si algún vecino andaba con las vacas, debía ser como Dios manda, con un “San Antonio” expresado a la par que buenos días. Los sospechosos andaban marcados, bien por llevar una vida diferente o por estar marcados por un defecto físico.

Magia y otros ritos

Ritos mágicos, ánimos supersticiosos. En realidad todo aquel trasfondo no era más que fruto de la envidia entre personas, y esa fue una de las conclusiones de Henningsen, apegado siempre a su semblante sonriente. Un binomio muy potente, envidia y brujería, que relataba toda aquella superchería. Para un científico no era fácil hacer un estudio alrededor de las creencias mágico-religiosas de una aldea, en los santuarios se juntaban miles de peregrinos provenientes de otros lugares. El etnógrafo se dio cuenta que para implementar su estudio era necesario conocer a algunos de los representantes, de estos especialistas en la superstición, él mismo y su mujer se hicieron pasar por pacientes, “acompañado de un campesino de mediana edad”, uno de sus mejores informantes, incluso un estudiantes danés, Christian Hejlskov, porque durante el tiempo que duró la estancia recibió a varios estudiantes también becados, se hizo pasar por enfermo, su aspecto amarillo, reflejo de una reciente hepatitis pasada, le hizo pasar por tal. El curandero dijo que estaba gravemente embrujado.

Aunque el estudio de campo se extendería después a las cuatro provincias gallegas, es La pala de pan puesta fuera para proteger la casa contra  el tru_resultEn San Andrés de Teixido, lugar de peregrinación de la Costa da Morte; la Isla de Ons, y o Corpiño donde incidiría especialmente.

“A San Andrés de Teixido vai de morto o que non vai de vivo”. Superstición no, pero ir a un cementerio, llamar por su nombre al finado, y encaramarse hacia O Corpiño como si el acompañante invisible estuviera vivo a su lado, pagándole cama, comida y billete de bus tiene que ser un ejercicio sorprendente. Lo más importante para la investigación del danés eran los lugares de peregrinación donde se sanaban a los embrujados, en O Corpiño estuvo varias veces. La presencia de fieles embrujados, muchos de ellos pacientes dementes, niños deficientes y seres con trastornos mentales mezclados entre otros peregrinos, entre el estruendo sonoro de un desgarrador ataque de histeria incluso dentro de la iglesia tenía que ser una experiencia muy potente.

Grabadora en mano, Gustav dejaba que fueran los protagonistas quienes le explicaran primero los ritos mágicos y después hicieran una demostración práctica, que servía para recoger una apreciación más acertada. “las demostraciones procuré fotografiarlas siempre en todas sus facetas; muchas veces en los casos que tuve la suerte de asistir a una realización auténtica y espontánea de una cura mágica dejé muchas veces de sacar fotos para no romper la naturalidad de la situación”.

Inquisición, su gran trabajo

Meses antes de rematar su periplo investigador en España, buceando en los archivos descubre un argumento esencial, el del inquisidor Alonso de Salazar Frías y su afamado Auto de Fe de Logroño, en 1610, que pone fin a la persecución de la brujería, todo ello una centuria antes que en el resto de Europa, gracias a este señor. Este hallazgo fue casual, estudiando las causas de fe procedentes de la Inquisición en Galicia que tuvo su tribunal en Santiago de Compostela, se encontró con procesos abiertos contra trescientas personas acusadas de brujería en períodos entre 1565 y 1816. “Parte del material había sido destruido durante la Guerra de la Independencia, perdiéndose actas originales del proceso, y lo que no se perdió fue quemado por los propios inquisidores el 25 de septiembre de 1813”. Contrariamente a lo que se presupone, según cuenta el antropólogo, de los 300 casos implicados en el proceso, ni una de aquellas personas fue quemada y muy pocas sometidas a torturas. Según su descubrimiento, las investigaciones de Salazar comprendía 1802 brujas, y según se refleja en ellos, no existían pruebas acusatorias de peso, ese informe del inquisidor fue el que permitió que en España se “dejase de quemar brujas”, en realidad –tal como recoge Henningsen en su investigación- muchos de ellos eran curanderos, y también estaban implicados algunos curas que se lucraban “a costa de los infelices que creían en brujas y hechizos”.

Tres años después, el 1 de setiembre de 1968 el prometedor antropólogo regresaría a Dinamarca. Eran otros tiempos…

Labradora con arado y yugo a cuestas, en Ardemil__result


 

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