LOS PAPELES DEL ROCK

La espiral descendente que cambió el rock

El líder de Nine Inch Nails, Trent Reznor
photo_camera El líder de Nine Inch Nails, Trent Reznor, durante el apoteósico concierto que ofreció en el año 1994 en Woodstock.

En lugar de llevar la banda al estudio, los sonidos se grabaron y almacenaron en el disco duro de un Macintosh, para poderlos modificar digitalmente

Es uno de los recuerdos más impactantes que conservaré a lo largo de toda mi vida de periodista musical y más concretamente, de cronista de grandes festivales y conciertos; agosto de 1994, Saugerties, Nueva York, 25 aniversario del Woodstock Festival. Al igual que en la primera edición de 1969, empapados de agua por las lluvias torrenciales y tras haber disfrutado de conciertos de artistas de la categoría de Joe Cocker, Traffic, Spin Doctors, Metallica o Aerosmith y llenos de barro del lodazal en el que se convirtieron los terrenos en los que se celebraba el evento, ya bien entrada la noche apareció en escena el grupo que fue sin lugar a dudas la revelación absoluta del Woodstock 94, que de entrada se convirtió incluso antes de empezar su actuación en el foco de todas las miradas al aparecer en el escenario totalmente embadurnados del mismo barro en el que todos estábamos semihundidos.

Haciendo una actuación histórica, sensacional, rompedora al máximo, de una agresividad desbordante, destrozando todos los moldes imaginables, rompiendo los instrumentos al más puro estilo de los Who más salvajes, dejando hechos un coro de parroquia a cualquier banda de heavy metal de aquel momento y logrando una repercusión equiparable a la que consiguió Jimi Hendrix en 1969 tocando el himno americano en el primer Woodstock, esa banda entró ese día por derecho propio en la historia del rock. Su nombre, Nine Inch Nails.

Al día siguiente de terminar el festival, me fui a la primera tienda de discos que encontré en la tercera avenida de Manhattan –si no recuerdo mal, era una Tower Records- y aún impresionado por el concierto de Nine Inch Nails, me hice con su último álbum, que acababa de salir al mercado y que había sido la base de aquella brutal actuación. Álbum que escuché en mi walkman creo que hasta cuatro veces seguidas en el vuelo de regreso a Madrid y cuyo título era "The Downward Spiral". Y si el concierto de aquellos Nine Inch Nails me voló la cabeza, aquel disco, de una banda cuyos trabajos anteriores debo reconocer que me habían llamado poco la atención, me fascinó. Una mezcla genial de lo que se empezaba a llamar por aquel entonces “metal industrial” con el metal más tradicional y el precedente de lo que se conocería como trance envuelto todo ello en una atmósfera musical tan inquietante y siniestra como llena de groove. Un cruce entre Rage Against The Machine, Metallica, Nirvana, Iron Butterfly y la música electrónica que entraba en tu cerebro como un verdadero narcótico.

A los 25 años de la edición de "The Downward Spiral", que se puso a la venta en la primera semana de 1994, justo en los mismos días en los que la historia del rock contemporáneo de los 90 pegó un giro radical con la misma velocidad que la bala de escopeta que mató a Kurt Cobain en su casa de Seattle atravesó su masa encefálica, quiero recordar y reivindicar un disco que quizá no obtuvo un gran éxito comercial, pero cuya influencia es fundamental en la evolución de las tendencias más novedosas del rock y que entiendo que caben pocas dudas acerca de su huella en los sonidos de vanguardia de la música actual. Una de las razones por las que Nine Inch Nails era un grupo que no había logrado atraer atención masiva hacia ellos era que en sus primeros discos, no eran más que una formación más de las que trataba de fusionar el tecno, el noize y la electrónica con el rock duro, pero con poca fortuna y sobre todo, sin lograr la calidad y la originalidad que ese ámbito habían logrado grupos como los Ministry de Al Jourgensen.

En 1992 Trent Reznor, el líder de Nine Inch Nails se mudó a Los Angeles. Acababa de firmar un contrato con Interscope, sello subsidiario de WEA que le daba la libertad artística que necesitaba para trabajar en su tercer álbum, el disco con el que quería demostrar que su propuesta podía cambiar el mundo del rock, revolucionando además las técnicas de grabación convencional.

Y logró que "The Downward Spiral" fuera uno de los primeros álbumes en ser grabados utilizando tecnología digital de vanguardia. Para ello, en lugar de hacer lo habitual, es decir, llevar la banda al estudio, grabar los instrumentos y mezclarlos, los sonidos se grabaron y almacenaron en el disco duro de un Macintosh en lugar de una cinta, para poderlos modificar digitalmente.

Con este nuevo sistema, un estudio de grabación se podía instalar en cualquier lugar, y precisamente por ello Reznor no quería trabajar en un estudio convencional. Buscó y encontró un lugar en el que según dijo, “existieran vibraciones muy fuertes, positivas o negativas, pero muy poderosas”.

Y no pudo encontrar un lugar mejor: un bungalow para alquilar en Cielo Drive, Hollywood Hills, una casa situada en un barrio muy pudiente de Los Angeles que tenía una peculiaridad que atrajo sobremanera a Reznor: fue la casa en donde la “Familia” Manson cometió la masacre en la que mató con un grado de ensañamiento inimaginable a la actriz Sharon Tate y a cuatro de sus amigos a cuchilladas en agosto de 1969. Más tarde admitió que, de hecho, había elegido deliberadamente el lugar para tratar de captar las “malas vibraciones”, pero años más tarde lamentó haber tomado esta decisión después de una reunión con la hermana de Sharon Tate, Doris.

Si bien "The Downward Spiral" no fue planeado como un álbum conceptual, hay temas enlazados unos con otros y motivos recurrentes en las canciones. Reznor había estado haciendo una profunda introspección sobre su estado mental después de atravesar un periodo de excesos con el alcohol y las drogas. Estas reflexiones proporcionaron la columna vertebral conceptual para las canciones.

El álbum fue más difícil de hacer de lo que Reznor esperaba. La intención original había sido hacer el álbum rápidamente, tal y como hicieron Nirvana, que grabaron su multimillonario "Nevermind" en dos semanas. Pero el proceso se alargó más de lo que deseaba, y eso se convirtió en una tortura para Reznor, quien llegó a decir: "Sólo quería suicidarme. Odiaba la música. Solo quería volver a la carretera porque odiaba sentarme en una habitación intentando exprimir mi alma para alguien a quien solo le importaba el dinero que sacaría  de todo aquello. Odiaba esa sensación de enviar una cinta a alguien: "Aquí está mi nueva canción. Acabo de abrir mi alma. Échale un vistazo. Criticadlo y que no os importe una mierda si he llorado sangre para mostraros esto".

La experiencia más dolorosa y catártica que Trent Reznor experimentó en su vida, sin embargo, le convirtió en todo un icono de la historia del rock contemporáneo y un artista de culto para toda su generación y las generaciones siguientes. Y si ese dolor le provocó la iracunda furia con la que rompió con todo en Woddstock 94 y con ello entró en la historia, hoy creo que no mirará con tan malos ojos ‘The Downward Spiral’.

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