Papeles del rock

Martin Scorsese: rock en el foco de la luz

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photo_camera Martin Scorsese (centro), posa con Keith Richards, Charlie Watts, Mick Jagger y Ronnie Wood.

Scorsese era, es y estoy seguro de que seguirá siendo hasta el final de su días un apasionado amante del rock 

1 de abril de 2008: Extendida la alfombra roja, disparando incesantemente sus flashes los fotógrafos y en medio de ese todavía glamouroso ambiente que determinados acontecimientos aún despiertan en Hollywood, bajaban de sus limousinas Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts junto a Martin Scorsese. Tal día como hoy, hace exactamente diez años, se estrenó "Shine A Light", el gran documental del director de obras maestras como Malas Calles, Taxi Driver o Gangs Of New York sobre la gira A Bigger Bang de los Rolling Stones.

Muy pocas veces en la historia contemporánea de la cultura se ha dado el encuentro entre dos expresiones artísticas que en un momento determinado confluyeran en un momento histórico en el que la una fuera un reflejo de la otra tan fidedigno como sucedería en la segunda mitad del siglo XX con el cine de vanguardia y el rock. Desde mediados de los 50, desde que el mundo occidental se contornease al ritmo del movimiento de caderas de Elvis Presley y del baile de Chuck Berry, ya desde ese momento con películas como Semilla de Maldad en la que mucho mas protagonista que Glenn Ford de la cinta lo era el “Rock Around The Clock” de Bill Haley & the Comets, el rock y el cine, el celuloide y los amplificadores se asociaban dejando relatos cinematográficos excepcionales y en más de un caso, ecos, referencias o guiños en la música rock al cine que retroalimentaban genialmente esa fructífera relación.


De una generación


Martin Scorsese es claramente un hijo de esa época, de esa generación de posguerra que si bien no eligió, como Jagger, Dylan o Hendrix la música para expresar su descontento, su personalidad y su visión diferente del mundo, tomó la cámara para plasmar en imágenes, a través de las historias inspiradas por ese mundo conflictivo de la sociedad occidental contemporánea, ese mismo anhelo de expresarse desde otra óptica, con otro lenguaje y con un mensaje claramente crítico con esa decadente, materialista y ultracapaitalista sociedad en la que vivían. 

Sumamente clarificadoras en este sentido son las propias declaraciones de Martin Scorsese en su dia a la publicación inglesa Gramophone:  “La música y las películas son uno y lo mismo. Ambas tienen ritmo, el tiempo en la música, y el equivalente de eso en el filme es el movimiento de la cámara. Para mí, de hecho, el proceso de edición es como crear una pieza musical”. No extraña por consiguiente que tras cursar los estudios de cine en el Washington Square College de la Universidad de Nueva York y doctorarse en Bellas Artes en la School Of The Arts en 1965, en 1969 y tras desarrollar una prometedora carrera como guionista y director de cortometrajes fue uno de los asistentes de Michael Wadleigh en la filmación de la mítica película Woodstock, en cuyo rodaje ejerció de realizador jefe del equipo de cámaras en el escenario de los conciertos. 

Como es sabido, no tardó en llegar a dirigir producciones que como suedería en el caso de Taxi Driver, se convertirían en fimes de culto absoluto para generaciones enteras de amantes del cine, reafimaría su carácter de director transgresor e iconoclasta en películas como la excelente Alicia ya no vive aquí y con motivo de la oportunidad que se le presentó para unir esa fuerza expresiva del rock y del cine al poder dirigir en 1978 El Último Vals, la legendaria película-documental realizada sobre el concierto de despedida de The Band en San Francisco y en el que participaron Bob Dylan, Muddy Waters, Eric Clapton, Neil Diamond, Ringo Starr o Ronnie Wood entre otros, Scorsese se convirtió en todo un precursor de lo que hoy podemos llamar el cinema-rock. Ken Russell con su Tommy, versión cinematográfica de la Ópera Rock de los Who o Rollin´Binzer con su Ladies And Gentlemen... The Rolling Stones! por citar algunos ejemplos conocidos, ya habían llevado en algun caso con más voluntad que acierto el mundo del rock a la gran pantalla, pero no fue hasta que Martin Scorsese emprendió el proyecto de El Último Vals cuando realmente el rock encontró una perfecta traducción de su espíritu y su personalidad, al menos a las alturas de 1978, en la gran pantalla. 

Ello fue posible merced a que Martin Scorsese era, es y estoy seguro de que seguirá siendo hasta el final de su días un apasionado amante del rock, y más en concreto de los Rolling Stones. Baste recordar como ha sabido utilizar geniamente en la música incidental de sus películas la fuerza de los mejores rocks de los Stones para dotar de una complicidad con el espectador mucho mayor a sus personajes o para crear una atmósfera desde el sonido que representa mejor que ningún gesto, mirada o movimiento de cámara el ambiente en el que se desarrolla la historia. ¿Es necesario recordar como la narración de Jack Nicholson en la intro de Infiltrados penetra en la psicología del espectador gracias al colchón sonoro de “Gimmie Shelter” o como “Jumpin'Jack Flash” nos dice mucho más acerca del personaje que interpreta Robert de Niro en Malas Calles que la propia aparición del actor italo-americano frente a la cámara? 

Nuestro hombre ha sido otro estudioso, admirador y agudo observador desde la cámara de otro de los iconos del rock contemporáneo, Bob Dylan. Mostrando la innegable admiración que el director neoyorquino siente por Dylan, en ningún momento, fotograma o metro de película de su a mi juicio excelente documental No Direction Home cae en la adulación gratuita ni en la razonable elevación de la figura del cantante, poeta, guitarrista y premio Nobel de literatura a altares que ni necesita ni reclama su trayectoria.

De hecho, quizá lo mejor de documentales como No Direction Home sea precisamente su transparencia, su cercanía al personaje pero sin dejarse envolver ni embriagar por él y la puesta en valor de lo que realmente sus seguidores admiran: el mensaje de un autor, de un artista, de un músico que tras haber cambiado la historia de la música popular del siglo XX, mantiene ante el negocio del rock, y con toda seguridad ante la vida en general, una actitud que quizá sólo él pudiera permitirse, por incomprendida y antipática que ésta resulte incluso a muchos de sus fans. 

Sin pretender ser una versión 2.0 de El Último Vals y guardando tanto en lo temporal como en lo estilístico una obvia proximidad con su obra maestra dentro del cinema-rock, su colaboración con los Rolling Stones en Shine A Light, aún cuando parte de la crítica cinematográfica y musical lanzó venablos llenos de veneno contra la cinta –no tanto por su calidad técnica, sino por su endémico snobismo pseudo-progre que les hace creer que su complejo de Peter Pan se alivia momentáneamente jugando a ser milennials de bobaliconería tertuliana en radio o en sus posts de facebook atacando a Scorsese y a los Stones- diez años después tiene para quien suscribe estas líneas más allá del disfrute de un gran concierto con una visión cinematográfica magistral, el hecho de que transmite, comunica, transporta al espectador al ambiente de una auténtica fiesta, de un evento que por sí solo explica como 55 años después los Rolling Stones siguen siendo el fenómeno musical, mediático, cultural y social que siguen siendo.

 Bien sea con su reivindicación limpia, sincera y emotiva de la música madre a partir de la cual nacieron, el blues –su último álbum de estudio, Blue And Lonesome- como con su más reciente On Air, recopilación de showcases en programas de radio, sesiones para la televisión y tomas falsas de grabaciones que desnudan a aquellos Stones advenedizos, principiantes, que muestran tanta ilusión como bisoñez en esos documentos sonoros. 


Binomio creativo


Vinyl, la serie de TV ambientada en la industria del rock americana de los 70 dirigida por Scorsese con la producción y el apoyo financiero de Mick Jagger es fruto de ese binomio creativo, emocional y generacional que ambos artistas, uno desde la cámara, otro desde el micrófono, han puesto en marcha. Como no puede ser de otra forma, aunque tal vez demasiado exagerado en determinados aspectos, es otra obra que merece mucho la pena visionar y disfrutar. 
Diez años de "Shine A Light". En la humilde opinión de quien firma Papeles del Rock, una auténtica obra maestra musical y cinematográfica. Créanme, agradecerán que hoy, en ese aniversario, les recomiende su visionado. Ya verán... 

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