El filólogo y traductor falleció a los 86 años tras una vida marcada por la rebeldía y el inconformismo

Muere en su Zamora natal el escritor Agustín García Calvo

García Calvo, en mayo de 2009. (Foto: ARCHIVO)
El escritor, filólogo, filósofo y traductor Agustín García Calvo, nacido en Zamora en 1926, murió ayer en su ciudad natal, después de una vida con una trayectoria intelectual marcada por su rebeldía ante el poder establecido y en la que ganó tres Premios Nacionales.
García Calvo falleció en el Hospital Virgen de la Concha de Zamora a causa de una insuficiencia respiratoria, según confirmaron ayer fuentes del tanatorio donde seres queridos y allegados al autor velaron su cuerpo por la tarde.

El fallecimiento del escritor, quien será enterrado hoy en el cementerio de San Atilano sin ceremonia religiosa, desencadenó una sucesión de reacciones desde diversos colectivos, sobre todo del mundo cultural y desde la sociedad zamorana. Así, la compañera durante 36 años de García Calvo, Isabel Escudero, señaló que el fallecido era 'el último combatiente contra las mentiras de la realidad'. La poetisa recordó que el escritor y filósofo estuvo hasta el último momento, 'y siempre de viva voz como el último Sócrates', hablando a los jóvenes, que dijo siguen su obra 'por centenares'.

La alcaldesa de la ciudad natal de escritor, Rosa Valdeón, lamentó la pérdida de García Calvo, al que consideró 'un gran referente intelectual y un hombre que merece un reconocimiento institucional y de toda la sociedad zamorana'.

Una de las personas que trabajo de manera más próxima en sus últimos años con el escritor fallecido, el también autor y músico Luis Ramos, que fue además el encargado de ponerle música a varios poemas de García Calvo, dijo ayer que 'la sociedad pierde a un paradigma, un ejemplo del que aprender en todos los ámbitos de la vida y la cultura, porque tenía una lucidez que nos vendría muy bien en estos tiempos'.


PERSEGUIDO Y PREMIADO

García Calvo se doctoró en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, donde ejerció como profesor de Latín, fue catedrático de instituto y obtuvo la cátedra de Filología Latina en Sevilla. Fue uno de los catedráticos perseguidos por el régimen franquista y, debido a las revueltas estudiantiles de febrero de 1965, fue apartado de la cátedra. Su obra mereció tres Premios Nacionales, el de Ensayo en 1990, de Literatura Dramática en 1999 y de Traducción al conjunto de su obra en el año 2006.

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