Una película española se asoma a la historia rumana a través del mítico Dacia

Escena de la película 'Mi hermoso Dacia'. (Foto: EFE)
Una marca de coche, la ya mítica Dacia, es el eje conductor de una película sobre la evolución de Rumanía en los últimos cuarenta años, a través de las historias mínimas de varios rumanos, que tienen en común la presencia de ese automóvil en sus vidas.
‘No es una película de coches, ni una película histórica. Tratamos de reflejar una sociedad a través de viñetas, refiriéndonos al pasado, pero desde una perspectiva actual, casi siempre con una intención cómica’, explica Julio Soto, codirector de la producción ‘Mi hermoso Dacia’, que será estrenada en otoño.

‘Los personajes representan un período o un aspecto histórico de Rumanía, desde el nacimiento del Dacia, a finales de los 60, hasta el presente’, cuenta Stefan Constantinescu, que comparte con el español la autoría de la cinta.

La idea de hacer ‘Mi hermoso Dacia’ surgió hace tres años, a raíz de la puesta en marcha en Rumanía de una campaña gubernamental para renovar el parque móvil nacional.

‘Stefan me contó que las carreteras rumanas iban a ser limpiadas de viejos Dacia, que yo conocía de anteriores visitas a Rumanía. Nos pareció que podíamos hacer algo en torno a esos coches de los que tantos rumanos tenían cosas que contar’, afirma Soto.

La película narra los cambios en la sociedad rumana desde mediados de los años 60, cuando el Dacia, el SEAT 600 de los rumanos, simbolizaba el optimismo socialista de los primeros años de la Rumanía del dictador Ceausescu.

Luego, la dictadura y la pobreza y un Dacia es de nuevo protagonista, esta vez el usado por ex futbolista del Valencia Miodrag Belodedic para escapar a Belgrado de la opresión y el hastío en la mísera fase final del régimen.

Pasa por la revolución y el fusilamiento de los Ceausescu, después de una fuga frustrada en helicóptero y en un Dacia 1300 de color negro que no sirvió al tirano para escapar de la ira popular.

La historia sigue y el Dacia sigue rodando para adentrarse en las angustias y estrecheces de la difícil transición a la democracia; visitando tierras de mineros devastadas por la crisis; y sueños improbables de aspirantes a futbolistas sin más alternativas que el éxito deportivo, la miseria o la incierta emigración.

El comunismo ha caído, y el Dacia vale ahora para nuevos exilios, quizá menos peligrosos, pero pocas veces más fáciles.

Así, dos hermanos gitanos rumanos cruzan Europa en un viejo Dacia para reunirse en Xátiva (Valencia) con sus hermanas emigradas y encontrar en el campo español un trabajo y un medio de vida del que no disponen en Rumanía.

La familia está expuesta a todas las tensiones de identidad de la emigración y el desarraigo, con unos jóvenes que no saben muy bien de dónde son y a qué pertenecen porque son pocos los que no se lo preguntan y recriminan.

El lanzamiento de ‘Mi hermoso Dacia’ coincide con el veinte aniversario de la caída del Muro de Berlín, de los regímenes comunistas de Europa Central y Oriental y de la dictadura de Ceausescu en Rumanía.

El proyecto ha atraído la atención de televisiones de toda Europa, y cadenas del Reino Unido, Alemania o Suecia ya han comprado los derechos de la cinta.

Los personajes que aparecen en ‘Mi hermoso Dacia’ dan fe de la evolución de Rumanía, y casi siempre aportan un testimonio extravagante, vivo y original que no deja de estar conectado con la realidad social del país.

Pero las tristezas y las tragedias no son dramáticas en ‘Mi hermoso Dacia’, que, como explica Stefan Constantinescu, prefiere adoptar siempre esa sonrisa burlona ante el abismo y el implacable destino que caracteriza la relación secular del pueblo rumano con la fatalidad.

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