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El Sónar se regodea en los contrastes extremos

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photo_camera El Dj británico Fatboy Slim durante su actuación en la primera jornada del Sonar'16, que pone el acento en el activismo de los artistas, la música de baile y la variedad de estilos que caben dentro de las músicas avanzadas (MARTA PÉREZ)

El Sónar es un festival al que no le gusta ceñirse a limites genéricos, lo demuestra año a año y lo ha vuelto a hacer en la primera jornada de su edición numero 23

El Sónar es un festival al que no le gusta ceñirse a limites genéricos, lo demuestra año a año y lo ha vuelto a hacer en la primera jornada de su edición numero 23, en la que ha entretejido un programa capaz de aunar la fiesta de Fatboy Slim, el clasicismo más ortodoxo de James Rhodes o la opresión tecnológica de Gazelle Twin.

A sus 52 años, Norman -Fatboy Slim- Cook hace mucho tiempo que es un tótem del desparrame electrónico, del hedonismo "ravero" más festivo, adjetivos que parecen unidos a la carrera de un veterano al que le ha tocado cerrar la jornada inaugural ante unas siete mil personas en el único concierto del Sónar de este jueves en el recinto nocturno de Fira Gran Vía de Barcelona.

Aunque fuera del programa oficial del Sónar, es tradición desde hace unas ediciones que un artista que actúa en el festival ofrezca un concierto de inauguración (eso sí, con invitaciones obtenidas en un sorteo organizado por una de las patrocinadoras).

Cook nunca ha sido un hombre de muchos matices, y la sesión que ha ofrecido esta noche ha seguido esa línea. Sin casi solución de continuidad, y a la misma hora que todavía se mantenía la actividad en la sede diurna del festival, Fatboy Slim, el hombre de los mil alias, ha brincado puntual al escenario del Sónar Pub.

Con su inseparable camisa hawaiana, este productor y dj, forjado en los noventa más salvajes, ha dado lo que todo el mundo espera de él, y lo que mejor sabe hacer, sonidos de trazo grueso, ese bigbeat, quizás con pocos matices, pero que sin duda incita a levantar los brazos y dar palmas en el aire.

Eso ha hecho Norman para animar a su público, y mientras el sonido de los bajos se restregaba bajo la piel, en las pantallas gigantes unos "smileys" -el padre putativo de los actuales emoticonos- animaban también al salto coral. "Right here, right now" o una simple palabra: fiesta.

Muy diferente se ha mostrado Bob Moses, el dúo canadiense formado por Tom Howie y Jimmy Vallance, que puede que no pase a la historia de la música por introducirse en caminos inexplorados del pop, pero que esta tarde noche han ofrecido un concierto en el Sónar Village de factura envidiable.

Elegantes, sin estridencias, a pesar de que a esa hora el público parecía exigir algo más de "chicha bailable", la voz en falsete de Tom Howie, colgado también de la guitarra, y los teclados de Jimmy Vallance, encargado además de las mezclas, han ido desenvolviendo "Days Gone By", un álbum repleto de temas muy hipnóticos, resultones en su down tempo, que por momentos sonaban a The XX y en otros a Everything but the girl, quizás demasiadas referencias.

Pero si de contrastes se trata hay que recordar que en esta primera jornada del Sónar, que se celebra en la capital catalana hasta el próximo 18 de junio, ha sonado Gluck y Chopin, sin ironías, sin giros postmodernos, puros y enérgicos de la mano del pianista británico James Rhodes que ha reivindicado hoy la universalidad del la música clásica, género que resulta radicalmente transgresor en el marco de este festival.

"No puedo creer que esté tocando en Sónar. Es la primera vez que se toca música clásica aquí ¿por qué me escogieron a mí?", se preguntaba frente a un público que le escuchaba absorto a oscuras a la misma hora que en el Sónar Village The Black Madonna exhibía su músculo tecno a pleno sol.

La faceta hedonista ha imperado en las últimas horas del Sónar en los tres escenarios de la planta baja del recinto diurno, con las actuaciones de Kenny Dope, Tuff City Kids y David August, contraste con el ambiente reflexivo instalado en paralelo en el escenario más experimental situado en la primera planta.

El SonarHall estaba abarrotado para ver a David August, que ha salido al escenario acompañado de su banda y ha desplegado toda la intensidad de su música en una sala donde el rojo de las gigantescas cortinas creaban un ambiente de club que animaba a cerrar los ojos para incrementar el disfrute.

Por su parte, el dj norteamericano Kenny Dope ha pinchado a la puesta de sol, cuando ya no había tantas espectadoras en biquini, y las gafas de sol colgaban de la pechera.

Perplejos se han quedado quienes buscaban bailar y han entrado en el SomarComplex donde Gazelle Twins, la pareja formada por Elizabeth Bernholz y su marido Jez, que han subido al escenario emergiendo desde el publico, con inquietante languidez, con una vigilante pantalla donde se proyectaba una escalera mecánica sin fin, ambiente opresivo, con sonidos que no daban tampoco tregua.

Poco después y en la misma sala, los ingleses 65 Days of Static, han ofrecido un show musical de psicodelia onírica, cierre de la jornada en ese auditorio: cuatro músicos multinstrumentistas que se desenvolvían con seguridad entre aparatos electrónicos, sonidos post-rock mezclados y ecos de la electrónica industrial.

La voz de Jamie Woom o la certera combinación de música andina y bases electrónicas de Nicola Cruz, han sido otras propuestas de la primera jornada del Sónar`16, una edición que acaba de comenzar pero que ha demostrado otra vez lo anchas que son sus espaldas.

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