Protagonistas de la historia

Estímulo a los futbolistas iberoamericanos

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photo_camera Alfonso S. Palomares entrega el premio Efe a Rommel Fernández, que le acreditaba como el mejor futbolista latinoamericano de la temporada 90-91.

Rommel Fernández fue el primero en recibir el premio de Efe. Pocas veces vi a un pueblo tan entristecido por la muerte de uno de sus ídolos

 

 

 

 

El día 7 de mayo de 1993 me desperté a las 8 de la mañana en la habitación 230 del Hotel Marriott de Panamá. Encendí la televisión para conocer los sucesos del mundo y vi que aparecía yo hablando en pantalla y abrazando a un joven alto y atlético, quedé desconcertado, me parecía una alucinación, un espejismo perturbador.

No me duró mucho el desconcierto, caí muy pronto en la trágica realidad. El futbolista panameño Rommel Fernández de 27 años de edad, que militaba en el Albacete, había muerto la víspera en un accidente de automóvil.

Se me llenaron los ojos de lágrimas; no puede ser, me decía; no puede ser, repetía, pero nuestras palabras valen muy poco ante la realidad de los destinos trágicos. No tenía sentido que un hombre tan joven perdiera la vida de una forma tan absurda en el pequeño pueblo de Tinajeros a 15 kilómetros de Albacete, cuando su coche salió de la estrecha carretera para evitar a otro y se empotró en un árbol.

Poco a poco fuimos sabiendo más cosas, que venía de una comida del club con todos los jugadores, que no había bebido, que conducía a una velocidad moderada. El accidente se produjo a las tres y media de la tarde a bordo de un Toyota Célica e iba acompañado de un primo. Cuando lo recogieron tenía toda la cabeza destrozada y un ligero aliento entre chorros de sangre a través del cual iba escapándose la vida, efectivamente murió en la ambulancia antes de llegar al hospital.

Pero, ¿qué pintaba yo en las pantallas de la televisión panameña un día tan señalado por la muerte de Rommel Fernandez? Hacía pocos meses la agencia Efe le había concedido el premio al mejor futbolista iberoamericano que jugaba en la liga española (aquel año, el Albacete estaba en primera división). 

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Le entregamos el premio en una vistosa fiesta celebrada en el gran salón de consejos de la agencia Efe que fue filmada de principio a fin. Era la última filmación que había del futbolista y por eso se utilizó mucho con motivo de la noticia. Los premios Efe a los futbolistas sudamericanos habían nacido ese año y por eso tratamos de darle una cobertura especial para que se consolidaran.

Un día vinieron los responsables de la sección de deportes a mi despacho para proponerme una idea que calificaron de genial. Dada la implantación de la Agencia Efe en iberoamerica y la gran cantidad de futbolistas que están llegando de esos países, además de lo seguida que es nuestra liga por esas latitudes sería bueno que diéramos un premio al mejor futbolista sudamericano de cada temporada. Contribuiría a estimular la competitividad entre los jugadores del continente.

- Me parece bien, les dije. Pero, ¿cuál sería el sistema para elegir al mejor?

- En todos los campos de primera tenemos periodistas para hacer la crónica de los partidos, que al mismo tiempo que mandan la crónica envíen la nota que le ponen a la actuación de cada uno de los sudamericanos y al fin de temporada el que haya sumado más puntos es el premiado.

Le dije que lo pusieran en marcha inmediatamente y así los hicieron. Ese año fue Rommel Fernández el que obtuvo la máxima puntuación. Pocas veces vi a un pueblo tan entristecido por la muerte de uno de sus ídolos. Panamá era un manantial de lágrimas.

Retrasé tres días mi salida del país para seguir todos los ritos del entierro. Instalaron la capilla ardiente en el estadio de la Revolución que pasó a llamarse Rommel Fernández. Fui al barrio del Chorrillo, el barrio pobre y solidario donde había nacido, y con un llanto entrecortando las palabras me contaban cómo había sido la última vez que le habían visto. Rommel sigue siendo una leyenda en Panamá y en Tenerife donde también había jugado, un ídolo.

Uno de los premios que más recuerdo por su vistosidad plástica fue el de Romario. Romario de Souza Faria. Fue el correspondiente a la temporada 93-94.

Hasta el último momento temimos que no apareciera, la víspera había jugado contra el Manchester y estaría cansado y un Romario cansado preferiría la cama a un acto, aunque fuera para enaltecerle. Llegó puntualísimo, no tuvimos tiempo de preocuparnos. Había curiosidad por verle, por oírle, aunque no fuera decir lo que había dicho unos días antes antes al declarar: “Lo que más me gusta en la vida después del sexo es jugar al futbol”.

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También había dicho que había estado con tres mujeres en un solo día. Un verdadero macho alfa. Creo que le gustaba provocar, aunque el tiempo que permaneció en la agencia Efe fue todo corrección. Los entrenadores le perdonaban la sistemática indisciplina por la eficacia sobre el césped, aunque con Luis Aragonés tuvo serios encontronazos cuando entrenaba al Valencia.

Al acto acudieron jugadores, periodistas, árbitros y curiosos de todos los pelajes. Durante la liturgia del acto pronuncie una palabras sobre Romario, al terminar me dio un abrazo y me pidió que le facilitara el texto que había leído, le contesté que no había texto, no había escrito nada, que había improvisado.

Ante eso me pidió por favor si podía pasarlo a un texto escrito y enviárselo. Le contesté que sí, que lo haría al día siguiente. El texto que escribí y que le envié al club de futbol Barcelona fue este:

“Precedieron a Romario en este galardón el malogrado Rommel Fernández, Salazar y Zamorano. El último de ellos Zamorano, creo que trabaja en un equipo de la competencia. Romario es un jugador curioso.

Con frecuencia mantiene unas conversaciones inverosímeles con el balón, llevándolo del pecho a los pies, del pie a la cabeza ante la sorpresa y desesperación de quienes quieren arrebatárselo. Parece como si el balón se sintiera feliz charlando con el pecho, las rodillas y las botas de Romario.

En otras ocasiones nos deslumbra con el monólogo brillante del gol. Después de esa apoteosis él no se entrega al brinco, ni al grito, se limita a dibujar una sonrisa intimista de satisfacción. En esto se parece al gran Sir Laurence Olivier, que después de recitar el gran monólogo de Hamlet no había aspavientos sino que diluía su éxito y su triunfo en una sonrisa feliz y satisfecha. Es curioso Romario y Sir Laurence Olivier se parecen en el modo de celebrar sus  triunfos.

La sorpresa forma parte del espectáculo, de cualquier espectáculo, pero muy especialmente del fútbol. Por eso Romario eleva el fútbol al nivel más alto del espectáculo, ya que nunca sabemos lo que va a hacer, hace una cosa distinta a la lógica, es decir, realiza una genialidad y para los porteros es una esfinge ya que la trayectoria que va a seguir el balón al salir su pié nunca la sospechan.

Es lógico que la Agencia Efe estableciera este galardón, ya que es la primera en contar la historia del mundo a los pueblos latinoamericanos y ya sabemos que los aconteceres y avatares futbolísticos interesan sobre manera a nuestras gentes.

El rey de esta religión es el gol. Recientemente la revista argentina El Gráfico publicaba que Romario se había convertido en el máximo goleador de la historia con 768 tantos, entre competiciones oficiales y partidos amistosos con la selección.

Ahora ha cambiado su vida deportiva por la política, en la que ha obtenido un gran éxito al convertirse en el senador más votado del país representando a Río de Janeiro, pero tiene aspiraciones de convertirse en gobernador, y ¿por qué no?, en presidente de la república.

Está muy entregado a causas solidarias, especialmente con niños minusválidos, ya que una de sus seis hijos, Ivy, padece síndrome de Dawn. También es un luchador implacable contra la corrupción en el deporte, en especial en el fútbol.

Después del acto de entrega de los premios hacíamos tertulias muy coloristas sobre fútbol. Don Pedro Escartín, que siempre asistió, era un hombre singular, razonador y metódico.

A sus 94 años, murió a los 96, tenía una sorprendente claridad mental, para donPedro el fútbol era una filosofía y una religión. Un día charlando con José María García, con Matías Prats y conmigo salió el asunto de los árbitros, si en los viejos tiempos eran mejores o peores.

En un corro que se fue alargando variaban las opiniones, predominaban los que defendían que eran mejores los de antes; entonces tomó don Pedro Escartín la palabra doctoral, para decir: “Yo creo que son mejores hoy, tienen una gran preparación física, pero en contra  tienen a la moviola como implacable testigo de cargo.

Antes pitabas el final y se acababa, todo quedaba en argumentos sin pruebas, pero ahora las imágenes te persiguen y los fallos se ven reflejados miles de veces”.

Don Pedro, con quien hablé mucho, era una gran persona y un gran profesional de todas las profesiones que se mueven en torno a ese deporte. Fue jugador, árbitro, entrenador, seleccionador y escritor constante.

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