Que ir al fútbol los domingos (o cuando toque) es una tradición, es indiscutible. Que familias, amigos, parejas o cualquiera presente en el árbol genealógico se apunta, también. Por eso, en una jornada de tiempo cambiante, las gradas de los campos ourensanos volvieron a cumplir con creces. Ambiente de la mañana a casi la noche. O sin casi, que algunos les dio igual la Supercopa de España.
Una vez acomodados en las gradas de, por ejemplo, Espiñedo o Rozavales, tocó abrigarse del frío, cubrirse del sol o protegerse de algún chaparrón. Cuatro estaciones en unas horas. Hasta el arcoíris quiso ver la acción de verde desde un lugar privilegiado en las alturas de Eiroás.
También, obligatorio como si de una religión se tratase, dejarse caer por las cantinas para “quentar o corpo”. Café o licores varios, eso va al gusto del consumidor.
De la cabeza en la Segunda Federación al fútbol femenino más ourensano. Todo suma en esta fiesta que se repite semana tras semana y tiene varios escenarios. El balompié provincial sigue en pie. Sus “soldados” no fallan ni en asistencia ni en ánimos. Si hay que aguantar el invierno, se aguanta. Una jornada más olvidando por unos instantes que el lunes amenaza la tranquilidad y el ocio a la vuelta de la esquina. Y dentro de unos días, más y mejor.
