Un gran salto de Miguel Ángel, como aquella parada del 78

El ourensano Miguel Ángel, volando en pos de una pelota en un partido del Real Madrid.
photo_camera El ourensano Miguel Ángel, volando en pos de una pelota en un partido del Real Madrid.

Resulta complicado escribir sobre los seres queridos, pero la ocasión lo demanda.

Cuando recuerdo la carrera deportiva de Miguel Ángel, exportero del Real Madrid y de España -y además mi tío- siempre vuelven a mi cabeza unas imágenes del Mundial de Fútbol de Argentina 78.

Es un soleado mes de junio en Buenos Aires. España debuta contra Austria en la fase de grupos. Ladislao Kubala en el banquillo y Miguel Ángel -a quien tachaban de 'bajito'- portero  titular. El austríaco Whilhem Kreuz, tras una buena jugada, enlaza un potentísimo disparo. Imparable en 9 de cada 10 ocasiones.

Pero está en la portería un tipo criado en O Couto dotado de una agilidad felina. Miguel Ángel parece un gato que atrapa al vuelo una veloz paloma.

Si la pelota fuese un misil, daría la impresión que seguiría pegado a él hasta el final de su trayectoria. No la soltaría jamás.

Pero sólo es una pelota, cuya fuerza y dirección le obligan a realizar un acrobático arabesco entre brazos y piernas. Una vez atrapada y en el suelo, la prioridad es ponerla en marcha para su equipo. Sin más florituras. Era, es, será, una parada icónica.

Miguel Ángel pertenece a una generación de futbolistas muy diferente a la actual. Eternamente unidos a su club, cuya responsabilidad les obligaba a un comportamiento público impecable, a sacrificarse por la entidad, sin las enormes posibilidades económicas de la sociedad actual.

Tras conocer una noticia tan demoledora como la de padecer ELA, es humano hundirse y esconderse. Él ha decidido afrontarla  -como el excepcional Unzué, entre otros- a pecho descubierto. Un salto gigante contra una monstruosa enfermedad. Como aquella parada del verano del 78.

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