Bola extra

Milinkovic: de tal palo...

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photo_camera Nikola Milinkovic, en la fotografía de la izquierda con la camiseta del CD Orense, y su hijo Sergej en el Mundial de Rusia con Serbia.

Sergej Milinkovic disputó el Mundial de Rusia con Serbia y su padre, Nikola, vistió la camiseta de Club Deportivo Ourense en Segunda División

 

Víctor Silva, Pichi y Estebaranz, de baja. La columna vertebral del equipo de Luis Rodríguez Vaz en la enfermería del CD Ourense. Dos por lesión, el otro por problemas familiares. El equipo tuteaba a los mejores de Segunda y estaba en las quinielas de los diez primeros en la temporada 97/98.

De forma sobrada, pero todo se tuerce. La ley de Murphy o la nigromancia más perversa. El técnico tenía que abrir la caja de Pandora cada fin de semana para encontrar soluciones a las bajas. "En menos de 15 días teníamos a tres jugadores importantes de baja", rememora el ourensano. Ni el fútbol más ascético impedía las derrotas. 

Las reuniones entre presidente y cuerpo técnico eran constantes. Había que encontrar un remedio, una medicina para la enfermedad deportiva que había en el equipo. Y en la grada, una epidemia de pesimismo. De soñar con el ascenso a ver el precipicio. A sentir el vacío del descenso con la punta de los pies.

Tras quince partidos de la temporada 97-98, tenían que llegar los refuerzos. La deriva de resultados no podía seguir. Desde Verín, llegaron informes de un jugador yugoslavo que estaba deslumbrando en Chaves. Era el momento de abrir el maletín y soltar billete. "Nos hablaron al presidente y a mí de un mediocentro alto, corpulento y con mucha calidad, llamado Nikola Milinkovic.

Jugaba su equipo contra el Porto y recuerdo que me sorprendió mucho. Según acabó, no lo dudé. Le dije que si entraba dentro del presupuesto que no lo dudase", recuerda el técnico ourensano. 


Hotel Villa de Verín


Nikola Milinkovic jugaba en Chaves, pero vivía en Verín. La villa verinense era testigo de la vida de un padre que se divertía con su hijo Sergej, de tres años, jugando por las calles. Todos eran testigos de la humildad y la permeabilidad de un futbolista que aprendía el español y el portugués como si fuera la misma lengua. "Era muy listo y aprendía muy rápido. Los yugolavos tenían esa facilidad", explica Rodríguez Vaz.

La familia Milinkovic esperaba impaciente una buena noticia y llegó en febrero de 1997. Con los brazos abiertos, nació Vanja, el otro hijo de Milinkovic y que actualmente juega en el Torino. Y Nikola llegó a O Couto. Un fichaje forjado y custodiado en el Hotel Villa de Verín.

"Después del partido contra el Porto, nos dirigimos al hotel. El presidente ya sabía que residía allí y fuimos a cenar. Nosotros esperamos abajo y él subió a convencerlo. Cuando bajó le preguntamos que si había aceptado y él nos respondió que 'sí', fue una gran noticia", describe el técnico.

Su debut no se hizo esperar. Cambió la Primera división lusa, por la Segunda española. En las barras no se hablaba de otra cosa y contra el Elche fue su primer partido en O Couto.

Los destellos del yugoslavo asombraron a la catedral ourensana y algunos señalaban el físico imperial del nuevo mediocentro de Vaz. Mornar marcó el primero y repitió para aumentar la ventaja. Solamente Eloy, puso emoción al final del partido (2-1). Por fin, otra victoria. ¡Eran horas! Vaz sonreía, la grada respiraba y Nikola aplaudía a sus nuevos aficionados. Todos contentos.

Su primer gol tardó en llegar. No era su cometido, Rodríguez Vaz lo tenía claro. Su misión era nutrir de  asistencias y imponer su presencia en la medular. Sin embargo, el yugoslavo se estrenó el 25 de enero de 1998. El Atlético de Madrid B llegó a O Couto con la etiqueta de favorito y en la media hora ya tenía dos goles en contra.

Sin embargo, la falta de dureza defensiva hizo que el filial colchonero remontase. Otra vez el run run. Los madrileños voltearon el marcador y Milinkovic sacó un disparo potente para celebrar con rabia el 3-3. Para levantar a la grada. De nada sirvió, la victoria fue rojiblanca en O Couto (3-4). 

El CD Ourense pasó de ser la revolución, a la decepción. Casi se mete en descenso. Para el recuerdo queda la imagen de Nikola Milinkovic, un jugador corpulento y con mucha calidad. Medía casi 190 centrímetros, dos centímetros menos que el jugador de moda en que se ha convertido su hijo Sergej Milinkovic-Savic.

Sus similitudes son perceptibles. Lo dicen los que vieron jugar al padre y analizan al hijo. Ya dice el dicho, de tal palo, tal astilla. El futuro de Sergej es su presente y nunca será Ourense. El pasado de Nikola es el CDO.

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