Un cuento de Navidad en la guerra de 1914

Monumento en la localidad francesa de Frelinghien sobre la tregua de la Navidad de 1914.
photo_camera Monumento en la localidad francesa de Frelinghien sobre la tregua de la Navidad de 1914.
Casi 10 millones de personas murieron en una absurda guerra que, a su vez, propició otra más monstruosa. Sólo el fútbol la detuvo por un momento

La guerra es condición natural de nuestra especie desde el comienzo de los tiempos. En ocasiones, los conflictos son en partes determinadas. En otras, se extienden por millones de kilómetros.

Tal fue el caso de la I Guerra Mundial (1914-1918) que, inicialmente enfrentó a los imperios alemán, austrohúngaro y otomano contra Francia, Inglaterra y Rusia; si bien después arrastró por alianzas a decenas de países.

Tras los primeros meses de enfrentamientos, se fijaron las trincheras en zona francesa, desde el Mar del norte hasta Suiza. El llamado frente occidental, que poco varió hasta el final de la gran guerra.

La petición del Papa Benedicto XV de una tregua en la Navidad de 1914 fue rechazada por los líderes mundiales. Sin embargo, algo mágico sucedió ya en los días previos a la Nochebuena, en diversos puntos a lo largo de todo el frente.

Soldados de ambos lados salieron de la trinchera y, venciendo la desconfianza mutua, se saludaron, compartieron comida y bebida, intercambiaron prisioneros y recogieron con calma a sus muertos, esparcidos por el campo de batalla.

En algunos casos, cantaron villancicos, pasaron la noche juntos e improvisaron partidos de fútbol, con pelotas hechas de trapos o latas. Se constataron, a través de cartas de soldados o crónicas, diversos encuentros "internacionales". La FIFA se había fundado 10 años antes de la contienda.

El fútbol, el juego, fue el medio universal para celebrar la fraternidad entre los pueblos. Tras el 25 de diciembre, este bonito cuento terminó y todos volvieron a sus puestos.

Casi 10 millones de personas murieron en una absurda guerra que, a su vez, propició otra más monstruosa. Sólo el fútbol la detuvo por un momento.

El gran poder de transformar  a este mundo

Dijo el expresidente sudafricano Nelson Mandela que el deporte "tiene el inmenso poder de cambiar el mundo y llevar la esperanza allí donde sólo hubo desesperación".

Así es. Este líder político y referente de la paz se sirvió del rugby para evitar un conflicto racial en su país tras la independencia. El Mundial de 1995, ganado por los "springboks" en casa aumentó el sentimiento de unidad y nación, calmando los extremismos.

El deporte ha sido con frecuencia el elemento clave para acercar a dos pueblos enfrentados: la diplomacia del ping-pong entre China y Estados Unidos, el cricket entre Pakistán y la India, el béisbol entre Cuba y, de nuevo, Estados Unidos, el Mundial de fútbol entre Japón y Corea... 

Es el único espacio de paz en los descampados donde se juega al fútbol, en zona de narcos, o en los playgrounds de las calles marginales de las grandes urbes norteamericanas, donde las bandas dejan las armas fuera del campo para disfrutar y olvidar las penurias.

El deporte, el juego, es la terapia para rehabilitar a presidiarios, excombatientes -muchos de ellos niños- refugiados y víctimas de todo tipo de abusos en todas partes del mundo. Si a esto se añade la presencia de un icono deportivo -Nadal, Gasol, Beckham, Messi- el estímulo puede producir un efecto prodigioso y permanente.

El deporte puede convertir una tragedia, accidente, enfermedad en un reto y una motivación para quien un día se vio perdido. Es el caso de los atletas parolímpicos. Ellos nos recuerdan que nuestras quejas y tristezas son nimias, que la vida es lucha y siempre hay luz al final del túnel.

Les deseo una Feliz Navidad. Paz, amor y fraternidad, necesarios en un mundo de difícil solución.

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