Sueños de Olimpia

Djokovic choca con un frontón en Australia

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El serbio Novak Djokovic es hoy el mejor tenista del mundo, por su talento, forma física e instinto ganador.

En sus comienzos en el circuito profesional, confesó sentirse frustrado ante Federer o Nadal, contra quienes protagonizó partidos memorables. Un cambio en su alimentación, su mejor rendimiento y el lógico declive de sus rivales propiciaron su ascenso.

A sus 34 años es un hombre adulto, conocedor de lo bueno y lo malo de su profesión. De los privilegios y de las obligaciones de ser una estrella mundial.

Es libre de decidir si vacunarse contra el virus chino del Covid o no, como todos nosotros. En todo caso, sabía perfectamente que esa decisión podría afectar a su carrera. Existen países o torneos que no permiten la entrada o el concurso de no vacunados: Estados Unidos, Reino Unido, China, Australia...

Tanto el tenista como su equipo sabían que la expulsión del Abierto de Australia podría suceder. ¿Es Djokovic un fanático antivacunas? No, incluso propició una campaña de inmunización en su país. Pero ha sido muy imprudente en sus apariciones públicas. Sin medidas de protección, incluso sabiendo que era positivo.

Pese a todo, existía la posibilidad de jugar en Melbourne si su equipo y su país no se empeñasen en desafiar al gobierno australiano. Sus consejeros no calibraron al Ministro de Inmigración, Alex Hawke, y al responsabe fronterizo, Michael Outram. Militares, tan competitivos en los despachos como el serbio en pista. Todo un frontón.

Ambos se lo tomaron como una cuestión de honor, utilizando todos los recursos -incluidos los servicios secretos- y leyes para deportar a Djokovic. El serbio perdió. Su imagen y carrera se resienten.

Santana, las renuncias de otros tiempos

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La intención era dedicar la página al recientemente fallecido Manolo Santana, pero la actualidad manda. Con todo, la trayectoria del tenista español debería invitar a la reflexión a Djokovic.

Santana (1938-2021) pertenece a esa estirpe de deportistas españoles, pioneros en su tiempo en modalidades entonces de minorías y clases altas.

Como Nieto en motociclismo, Ballesteros en golf y Fernández Ochoa en esquí, Santana popularizó en tenis en nuestro país, siendo en origen un modestísimo recogepelotas del club Velázquez, en Madrid.

Hijo de un humilde electricista encarcelado tras la Guerra Civil -dicen que el propio Franco le pidió excusas por la injusta condena- su talento, entusiasmo y dedicación le llevaron a ganar dos veces Roland Garros, una Wimbledon y otra el abierto de Estados Unidos.

Tuvieron mayor repercusión -millones de personas de madrugada ante el televisor- las dos finales de Copa Davis, convirtiéndose en un ídolo nacional.

Santana también tuvo que decidir y asumir consecuencias. En un momento de su carrera se le ofreció pasarse al profesionalismo, a la seguridad económica, y renunciar a los torneos antes mencionados, sólo reservados a los 'amateurs'.

Por petición expresa de Juan Antonio Samarach, Santana eligió mantenerse en su condición, siendo clave en una campaña nacional de promoción del deporte, ganando los títulos mencionados y colaborando en el reconocimiento olímpico del tenis (fue Oro en México 1968).

¿Eran otros tiempos? Sí. Pero antes, ahora y siempre los deportistas deben tomar decisiones importantes en su carrera. Entender que su privilegiada posición en el mundo tiene ventajas e inconvenientes.

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