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El Corredor Atlántico, otra maqueta más

Un tren, en la estación de ferrocarril de O Porriño.
photo_camera Un tren, en la estación de ferrocarril de O Porriño (SXENICK).

El Gobierno improvisó un gran evento y un pequeño borrador para el que no contó con las aportaciones de los ejecutivos de Galicia, Asturias y Castilla-León sobre las inversiones e infraestructuras.

El llamado Corredor Atlántico –al menos sobre el papel– es un corredor ferroviario de pasajeros y mercancías que conecta los puertos de la fachada atlántica con el interior y el resto de Europa. El interés de Portugal por conectarse con Francia y los países del norte le lleva, en su lógica, a no dar la vuelta por Galicia, lo cual le resta masa crítica al noroeste, que se ve descolgado, incapaz de sumar la pujante área metropolitana de Oporto, cuya primera salida es la meseta.

Consciente de esta débil situación, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, tuvo la habilidad de aliarse con otros dos presidentes que están de salida: el de Asturias, del PSOE, y el de Castilla-León, del PP. Ambos le echaron una buena mano para reivindicar que Galicia no se quede descolgada del Corredor Atlántico. Feijóo sabe que en Asturias, detrás de Javier Fernández, llegará Adrián Barbón, proclamado candidato del PSOE a la Presidencia del Principado este 2019, y que en Castilla-León, Juan Vicente Herrera dará paso a Alfonso Fernández Mañueco como candidato del PP a la Junta, que heredarán, por tanto, una hoja de ruta consensuada. Después ya se verá si le siguen bailando el agua a Feijóo o no, pero de entrada tendrán que pensárselo. Sean ellos los que ganen las elecciones autonómicas en Asturias y Castilla-León o sean otros.

Fue tal el revuelo que montaron Feijóo, Fernández y Herrera que en el Gobierno de España el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, se puso nervioso y reaccionó antes de que se le plantasen en Madrid el martes 26. Improvisó un gran evento y vendió un poco de humo. La inversión global alcanzaría los 41.000 millones pero 16.900 millones están aún por ejecutar. Todo un ramillete de proyectos llamados a modernizar el Corredor Atlántico de ferrocarril.

Hay elecciones, subió la presión y los miles de millones de multiplicaron como si fuesen panes y peces. Pero el primero que sabe que detrás de todo eso hay poca cosa es José Luis Ábalos. Al menos a día de hoy.

Los planes que se desarrollan en varias legislaturas no solo conviene pensarlos un poco, sino también consensuarlos con el partido de la Oposición –en democracia hay alternancia– y con otras administraciones implicadas, léase en este caso la Comisión Europea y los gobiernos autonómicos de las comunidades afectadas.

Esta manía de hacer política con grandes eventos y poca sustancia puede tener impacto mediático –todos sabemos la razón de fondo– pero suele quedarse en lo que realmente es: poca cosa.

A veces gobernar así –haciendo maquetas– no tiene consecuencias pero en este caso sí, ya que la Red Transeuropea de Transporte (TEN-T) tiene un calendario comunitario, que finaliza en 2031. Faltan 12 años. El AVE llegó a Sevilla en 1992, hace 27 años. A Vigo y a Coruña todavía no.

La realidad indica que todo marcha bien para que el Corredor Mediterráneo y el Corredor Central sean parte de la Transeuropea. Pero un gran evento, ante una gran foto, no va a colocar Galicia en la TEN-T.

Está en juego que este pequeño país esté o no en la red de transportes, tanto de personas como de mercancías, de la península ibérica con el resto del continente europeo. De entrada, Feijóo exige más fondos para poner la red ferroviaria a la altura competitiva que exige la Red Transeuropea de Transporte, a lo que habría que añadir plazos estrictos, que tampoco hay. Y un compromiso empresarial.

@J_L_Gomez

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