CUENTA DE RESULTADOS

El euro parece que va, pero paso a paso

Monedas y billetes de euro.
photo_camera Monedas y billetes de euro.

Hasta diciembre, en el mejor de los casos, no habrá novedades definitivas sobre el fortalecimiento del euro y un posible nuevo presupuesto para los países de la eurozona, entre ellos España. Toca esperar.

Cuando parecía que el Consejo Europeo se iba a centrar, por fin, en la reforma del euro, la crisis migratoria lo ha eclipsado todo. ¿Tiene eso sentido? No mucho. La reforma del euro marcará un antes y un después en Europa, mientras que la crisis migratoria no se resolverá con parches como los aprobados. Es más, los datos de migrantes no se corresponden con el viciado clima político que han creado los dirigentes populistas. 

Con las cifras de los últimos años en la mano, no es verdad que aumente la inmigración en Europa. Menos aún que el problema de los inmigrantes ilegales en Europa sea comparable al de los Estados Unidos, donde con mucha menos población tienen cuatro veces más ilegales que los 28 países comunitarios. Una vez más, no se le está contando toda la verdad a la gente.

¿Qué pasa, mientras tanto, con el euro? Lo mismo de siempre: necesita apuntalarse, ya que es una moneda que no tiene un verdadero Estado detrás, sino simplemente un banco central donde están representados varios estados, entre ellos España, el cuarto en importancia en la llamada eurozona, tras Alemania, Francia e Italia. 

Una verdadera Unión Europea no será posible sin un Banco Central Europeo con –al menos– las competencias de la Reserva Federal de EE UU, por tanto con un BCE no solo preocupado por la inflación, sino también por el empleo.

De momento, el euro es la moneda de un mercado, pero no es la moneda de un Estado y eso plantea muchas dudas en los mercados financieros, que exigen garantías: léase, por ejemplo, la mutualización de riesgos, necesaria para completar la unión bancaria. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque los bancos europeos siguen teniendo activos tóxicos –los Non Perfoming Loans– que lastran su capitalización.

De lo que se está hablando es de convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo (FME) –ahora mismo es un organismo extracomunitario–  y de mejorar el presupuesto de la Unión Europea, de modo que resulte más fácil elevar el crecimiento económico y, de rebote, no seguir perdiendo población en términos relativos frente a los otros grandes bloques económicos. Para países como España esto es clave y no tendría costes excesivos, pero para Alemania, que es la que puede financiar el grueso de ambas operaciones, no hay tanta prisa.

Alemania no solo se resiste a aportar más sino también a compartir riesgos que puedan aumentar la inflación en la eurozona. Además, en caso de ir adelante, quisiera controlar la gobernanza del MEDE –máxime si es ya FME–, lo cual también está en el aire. Unos quieren que el Fondo Monetario Europeo nazca con un consejo independiente y otros que esté tutelado por los gobiernos, del mismo modo que ahora sucede con el Mecanismo Europeo de Estabilidad. En resumidas cuentas, hay dudas sobre quien manda y sobre quien pone el dinero, pongamos por caso para dotar un fondo común de garantía de depósitos.

Como suele ser habitual en el proceso de construcción europea, todo avanza despacio, paso a paso, de ahí que algunos se contenten con remodelar las competencias del MEDE para que, si pasa algo –otra crisis como la del Banco Popular–, no haya dudas a la hora de poner cortafuegos. Pero unos y otros saben que con eso no basta. 

Europa necesita completar la unión bancaria –no llega con centralizar la supervisión en el BCE–, dotarse de un Fondo Monetario Europeo y hacer progresos en materia presupuestaria.

Te puede interesar