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Una extraña campaña marginó la economía

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photo_camera La burbuja inmobiliaria provocó en gran parte la crisis económica.

Los graves problemas económicos internos y asuntos como el Brexit y el futuro de Europa o la guerra comercial entre China y EE UU no pudieron esta vez con otras inquietudes de los líderes españoles.

En la campaña electoral para este 28-A han sido protagonistas las polémicas -más que los debates- sobre la independencia de Cataluña, la unidad de España, la inmigración, las leyes de género y otro tipo de asuntos que si bien son importantes no deberían ser tan omnipresentes como para haber marginado el debate económico en un país con tantos problemas de desigualdad, pobreza, deuda, déficit y paro, producto de la ausencia de un nuevo modelo económico consolidado.

¿Es tan frágil la memoria de la clase política? Tal vez no lo sea tanto como para justificar lo sucedido; más bien parece ser todo consecuencia de las tácticas electoralistas, esta vez ajenas a que la crisis financiera de 2008 fue mundialmente reconocida como el peor colapso económico desde la Gran Depresión de 1929. Es decir, algo histórico, que no debe olvidarse.

Calificada originalmente como crisis subprime, en referencia a los problemas producidos en el financiamiento del sector inmobiliario estadounidense, no tardó en convertirse en crisis financiera global, a medida que los mercados financieros resultaban afectados internacionalmente. Esta crisis se precipitó a raíz de una burbuja constituida en el mercado inmobiliario estadounidense, que comenzó a formarse al tiempo que muchas personas pasaron a comprar viviendas con la expectativa de que su revalorización permitiría refinanciar sus hipotecas con beneficios. Semejante maquinaria fue posible gracias a los productos financieros complejos a los que recurrieron, además del gigante Lehman o el no menos gigante Goldman Sachs, los nacionalizados o rescatados Fannie Mae, Freddie Mac o AIG. Todo esto se fue gestando en 2001 y 2002, cuando EE UU atravesaba un período de recesión en el transcurso del reventón de la burbuja de precios de las empresas tecnológicas y todavía bajo el impacto de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La crisis económica mundial tuvo una mayor incidencia en España que en los otros países grandes de la UE, lo cual se tradujo en una fuerte contracción de la economía y en un aumento histórico del desempleo. Pero en España, las causas de este cambio de tendencia no pueden atribuirse exclusivamente al impacto internacional de la crisis financiera, sino también a las propias debilidades del patrón de crecimiento, ligado en exceso a la construcción. De facto, la vivienda se había convertido en un motor importante de la economía, entre otras cosas gracias a la liberalización del suelo, lo cual ayudó a crear un gran número de empleos tanto directos como indirectos.

La evolución de los precios de la vivienda fue muy pronunciada al alza, al pasar desde los 692,7 euros por metro cuadrado en 1995 y los 893 euros en el 2000, hasta los 2.085,50 euros en 2007, punto de inflexión de la burbuja inmobiliaria. En 2018, el precio del metro cuadrado en España alcanzó de media los 1.328 euros, según Tinsa.

Diez años antes, con el inicio de la crisis que todavía colea, se había producido el final de un ciclo expansivo de la economía española, a pesar de que en ese ejercicio todavía seguía creciendo, manteniéndose el paro en el nivel más bajo de los 30 años anteriores. En realidad, pura fachada, porque todo era ya un espejismo: la crisis estaba minando el país. El problema económico y laboral de España era -y es- de crecimiento, competitividad y productividad. Gobierne quien gobierne, convendría no olvidarlo.

@J_L_Gomez

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