CUENTA DE RESULTADOS

PSOE y PP juegan con la política económica

Pedro Sánchez, durante una entrevista.
photo_camera Pedro Sánchez, durante una entrevista.

La estrategia gubernamental en materia de gasto público no es coherente con el reconocimiento de una ralentización económica. Tampoco parece realista el discurso neoliberal, tan radical, del PP.

Si en España hay déficit público es porque hay una insuficiencia del sistema fiscal para atender las necesidades de los ciudadanos que cubre el Estado del bienestar. Como no llega el dinero que se recauda se tira de la deuda pública que se vende en los mercados financieros. Así sobrevive España desde hace muchos años.

Frente a este estado de cosas nunca hubo un consenso total entre los grandes partidos, cuyos acuerdos fueron más bien producto de las imposiciones europeas; incluida una reforma constitucional para garantizar el pago de la deuda del Estado.

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa y de Pablo Casado a la presidencia del PP, lejos de aproximar posturas, está distanciando a PSOE y PP. El Gobierno socialista se orienta a una política expansiva y el PP se abraza a Vox para plantear políticas neoliberales, que podrían ensayar a pequeña escala desde la Junta de Andalucía.

Ninguna de las dos opciones tendrá mucho recorrido si no hay previamente un consenso básico sobre la dimensión del Estado del bienestar, necesario para determinar el gasto público, y también sobre la estructura de los impuestos directos e indirectos, clave para estimar los ingresos públicos.

En este contexto político, el Gobierno socialista defiende unos presupuestos del Estado en los que sube el gasto social, a pesar de reconocer la ralentización de la economía y, en consecuencia, una menor creación de empleo. Aun así se programan aumentos sustanciales de partidas como las de inversiones, dependencia o pensiones. La oposición, lejos de debatir e intentar matizar estos posibles desmanes, opta simplemente por un discurso neoliberal, poco o nada constructivo, que abre más la brecha entre PSOE y PP, para mayor gloria de los populistas.

Los riesgos de este estado de cosas para la estabilidad son evidentes. Si los dos partidos con opciones de gobernar se distancian tanto, cualquier alternancia puede llevarse por delante la política macroeconómica de cualquiera de ellos; es decir, puede causarle problemas a millones de personas y de empresas.

No se trata, pues, de tomar partido por uno o por otro –ambos están cometiendo errores, parece evidente–, sino de poner en valor la necesidad de un equilibrio presupuestario. A menudo, hay observadores que sostienen que ese papel ya lo hace Bruselas, que vigila los desmanes, pero siendo eso en parte cierto, no lo es menos que Bruselas no define la fiscalidad española ni la dimensión de su Estado del bienestar.

Si la economía española va a crecer un 2,2% frente al 2,6% de 2018, y si el empleo pasará de medio millón de nuevos puestos de trabajo a solo 300.000, cuesta creer el cuadro presupuestario del Gobierno, que prevé una mágica recaudación récord, de la que cuelgan fuertes aumentos en inversiones, pensiones, desempleo, dependencia y vivienda, además de una ligera subida salarial para los funcionarios. Es posible que si, llegado el caso, después no puede hacer frente a todos esos gastos levante el pie del acelerador, pero no le resultará fácil, ya que hay compromisos difícilmente reversibles.

La descalificación del Gobierno socialista que hizo la Oposición conservadora es de brocha gorda, lo cual tampoco aporta mucho; menos aún si se repara en su alternativa fiscal, que se olvida de un pequeño detalle: las reformas fiscales no benefician a todo el mundo, siempre hay ganadores y perdedores.

@J_L_Gomez

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