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Trump avasalla pero su economía va bien

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photo_camera La bolsa estadounidense continúa generando buenas ganancias.

Es cierto que intenta avasallar a los medios y hacer irreconocible la realidad pero también lo es que EEUU crea empleo y aumenta la riqueza de los inversores. ¿Puede decir lo mismo Europa? ¿Y España?

Hay quien piensa que EE UU tiene un comportamiento sociológico distinto al de Europa y, desde luego, al de España. Bastaría con fijarse en la percepción –negativa– que se tiene aquí del presidente Trump, especialmente en los estados de la UE, y ver después el comportamiento extraordinario de la economía de EEUU, por mucho que su ritmo de crecimiento termine algún día en una inflexión que repercuta en sus mercados bursátiles. De momento, el principal vector de la Bolsa española lleva tiempo cayendo –apunta claramente hacia abajo– y el mismo vector de la Bolsa estadounidense parece no querer tocar techo.

Es cierto que Donald Trump intenta avasallar a los medios de comunicación y hacer irreconocible la realidad pero también lo es que desde que es presidente, Wall Street ha roto máximos, su PIB ha crecido, su nivel de desempleo se ha reducido a niveles insospechados, ha captado capitales en el exterior, … y con todo ello a la vista promete rebajas fiscales y, en la práctica, el pleno empleo. Pero hay más: el índice utilizado para analizar el desempleo en EEUU no está maquillado; más bien todo lo contrario, ya que tiene en cuenta a los que trabajan a tiempo parcial y desearían trabajar más y también mide la población desocupada que, a pesar de su situación laboral, tiene la esperanza de reincorporarse al mercado de trabajo. Por tanto, el dato final mide a fondo el vigor de la sociedad americana actual.

En este contexto, hace falta una Europa fuerte y unida que corrija los desperfectos de Trump en el mundo, sin perder de vista la propia realidad europea, que no es precisamente tan boyante. La alianza de EEUU y Europa fue durante décadas una condición necesaria para la estabilidad y la estabilidad de ambas orillas del Atlántico pero esto ya no es así.

Si bien su populismo y su talante –por momentos antidemocrático– son condenables, lo cierto es que Trump logra buenos resultados para el trabajador americano y aún mejores para los mercados bursátiles, lo cual redunda en beneficio de la economía de EE UU. Si es o no sostenible su audaz modelo solo el tiempo lo dirá –probablemente no sea así y entrará en crisis– pero a día de hoy los resultados son buenos. No puede decirse lo mismo de otros países que politizan en exceso la economía, hasta desatar la desconfianza en los inversores.

Para España se abre, por ejemplo, un otoño complicado, donde la economía será un buen termómetro de la política de Pedro Sánchez. En buena lógica, si no convoca ya elecciones debería sacar adelante sus propios presupuestos pero aunque eso sea posible –no parece fácil– tiene poco margen temporal por delante. De si crea o no sosiego en los trabajadores y en los inversores va a depender su futuro pero también el del país. Desde 2012, la política económica española ha encauzado el problema que suponía entonces la caída del PIB y el aumento del paro, pero ha creado otro: la precariedad laboral. Será aquí donde se vea la acción de gobierno de Sánchez, si quiere mejorar la herencia recibida de Mariano Rajoy.

La llamada recuperación española no ha mejorado la calidad del empleo. Tampoco la solvencia de las pequeñas y medianas empresas. Y su cuadro macroeconómico –debido a la deuda– sigue siendo frágil. Pero en el Gobierno la persona que alerta de estas cosas –la ministra de Economía, Nadia Calviño– es la que menos peso tiene.

@J_L_Gomez

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