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La UE, decisiva para la economía de Sánchez

El papel de la UE es fundamental en la economía española.
photo_camera El papel de la UE es fundamental en la economía española.

La política alemana para Europa es la que puede cambiar el rumbo de muchos de los actuales problemas. Sin una UE con más presupuesto y un BCE con competencias similares a las de la Reserva Federal costará avanzar.

 

Europa –léase la Unión Europea– no tiene un Estado pero sí tiene una moneda, ya que el euro es la moneda de un mercado, pero no es la moneda de un Estado, como sucede con el dólar, que es la moneda de los Estados Unidos, donde la cohesión interna está fuera del debate político. Justo lo contrario que en Europa. Y en España.

Este aparente juego de palabras que suelen manejar con precisión los profesores Antón Costas y Albino Prada explica, en el fondo, muchas de las cosas –aparentemente raras– que vemos en la política de España, el Reino Unido e Italia. Casi todo lo que sucede tiene una explicación económica, que el populismo sabe politizar y manejar con inteligencia.

¿Cuál es el vector común? Alemania. La política alemana es buena para Alemania pero no para todos los estados de la Unión Europea, donde lo que ahora prima es el mercado. Si Alemania quiere que pierdan peso los populismos y los nacionalismos deberá aflojar su presión en las políticas de ajuste y reconvertir el Banco Central Europeo, de modo que actúe como la Reserva Federal y se ocupe no solo de la inflación, sino también del empleo y el crecimiento económico.

Pero Alemania no quiere perder el control estricto de la inflación ni compartir la reparación del problema de la deuda. Nada muy distinto, en el fondo, de lo que quieren los independentistas de Escocia y Cataluña, partidarios de compartir el mercado europeo y el euro pero no la cohesión interna. El problema se repite con Italia, un país dividido entre ricos (norte) y pobres (sur) con infinidad de contradicciones políticas y la influencia de las mafias.
A la actual Unión Europea no se le puede pedir que recupere el Estado del bienestar en Europa porque no tiene recursos para ello. No está concebida para esos menesteres, que corresponden a los gobiernos nacionales. Con el 1% del PIB, mal puede hacer algo importante en materia social, pero lo que sí puede es ordenar el mercado europeo y tutelar el euro, a medida de Alemania, que es lo que realmente hace. De lo que se trata, pues, es de elevar ese 1%. Sin una UE con más presupuesto y un BCE con competencias similares a las de la Reserva Federal costará avanzar.

Los gobiernos nacionales de países como Italia y España están ahogados por la deuda y un sinfín de problemas macroeconómicos que dan lugar a absurdos como el de que España gasta más en deuda pública que en la cobertura del paro. Problemas absurdos por doble razón: ni España debería tener tanta deuda ni debería tener tantos desempleados.

El independentismo catalán forma parte de este paisaje: no quiere aportar a la cohesión interna en España pero sí quiere el euro y el mercado europeo para vender sus productos. Lo mismo piensan muchos escoceses con respecto al Reino Unido, que es un país donde Escocia va por un lado –tiene petróleo y un modelo industrial– y el área metropolitana de Londres –una inmensa gestora de servicios globales– va por otro muy distinto.

Este es el contexto europeo en el que va a gobernar Pedro Sánchez, quien se jugará mucho en el Consejo Europeo de finales de este mes, en el que se verá hasta qué punto Alemania decide abrir la mano. De puertas adentro también estará maniatado por un presupuesto que no es el suyo, de modo que, si no llega a 2019, poco o nada podrá hacer en asuntos importantes. Son tiempos de muchos problemas económicos y sociales que a menudo no solo no se resuelven, sino que no se afrontan.

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