LEÓN

Caso Isabel Carrasco: La obsesión de una madre

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photo_camera Montserrat González, acusada de la muerte de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco.

Montserrat González odiaba a la que fue su víctima y presidenta de la Diputación leonesa, Isabel Carrasco y no ha dudado en reiterarlo en el juicio

Tres mujeres vestidas de negro. Dos con el pelo recogido y una con visibles marcas en su rostro, de un paso del tiempo más rápido de lo normal. Es la fotografía de hoy de la Audiencia Provincial de León, donde una palabra ha sonado por encima de otras: obsesión. La que llevó a una madre a asesinar para proteger a su hija.

Montserrat González odiaba a la que fue su víctima y presidenta de la Diputación leonesa, Isabel Carrasco. No ha dudado en reiterarlo hoy en el juicio por este crimen, en el que están acusadas también su hija, Triana Martínez, y la policía local Raquel Gago.

En una muy fría pero soleada jornada en León, las tres han acudido a la sala vestidas de negro, como si se hubieran puesto de acuerdo. Nada de maquillaje en sus caras, visibles ojeras en Triana y un envejecimiento prematuro en Raquel, casi irreconocible.

Las tres han tenido que escuchar por boca del fiscal que eran responsables a partes iguales del crimen y que actuaron con una "frialdad y precisión impresionantes". Madre e hija no han podido reprimir alguna lágrima cuando se han leído las conclusiones de su defensa.

Triana ha dirigido a su madre alguna leve sonrisa y ha cuchicheado con ella -las dos ocupaban sendos sillones en paralelo-. Incluso, han llorado: la hija cuando ha escuchado la declaración de la madre, y ésta en algún momento de su testimonio.

Después del almuerzo -a madre e hija se lo han servido en la comisaría de Policía- ha comparecido Montserrat, que sólo ha respondido al interrogatorio de su abogado. Así que fiscal y acusaciones se han quedado con las ganas de que les respondiera a preguntas como éstas: ¿por qué mató a Isabel? o ¿cree que hizo bien?

En cierto modo, las ha respondido en el turno de preguntas de su abogado defensor, en un relato confuso, entrecortado, de frases inacabadas, salpicado de pequeñas lagunas de memoria sobre lo que tenía que responder y de algún sollozo. Y en sus manos, nerviosas, una botella de agua.

No ha defraudado, sin embargo, a la estrategia de su abogado, que la ha cortado las frases en muchas ocasiones, a pesar de haberla "regañado" en un momento dado por no terminarlas.

Y no le ha defraudado porque Montserrat ha exculpado a las otras dos acusadas y, sobre todo, a su hija, que, como ha querido mostrar, era todo para ella. La escoliosis que sufría Triana requería toda la atención de su madre, porque su padre, inspector de Policía, viajaba mucho por trabajo.

Tenía que protegerla de todo, incluso de la posibilidad del suicidio. Corría riesgo Triana de quitarse la vida dado su estado anímico, y su madre decidió vivir con ella de lunes a viernes para evitar que acabara como alguna amiga de la joven y otros conocidos.

Pero, sobre todo, quería protegerla de una persona "mala", de "la Carrasco", como la ha denominado, a la que odiaba por la persecución a la que sometió a su hija.

Se obsesionó con ella, ha reconocido. Tanto que decidió asesinarla. Una de las gotas que colmó el vaso de ese odio fue cuando Triana le contó que Isabel Carrasco se le insinuó sexualmente. La joven salió corriendo de la casa de la dirigente política y dio cuenta a su madre del acoso.

Y su obsesión fue en aumento. Por fin, se decidió, ha confesado. Fue cuando el presidente del PP, Mariano Rajoy, dio su visto bueno a la continuidad de Carrasco en la Diputación frente a la propuesta del sector crítico, Javier García Prieto.

En ese momento lo tuvo claro: mataría a Isabel, y su hija ya no soportaría esa persecución insostenible. Todo lo hizo sola, según ha querido que se desprenda de su relato. La mató el 12 de mayo de 2014, pero pudo hacerlo cualquier otro día. Ella estaba preparada.

No se arrepiente. Su obsesión llegó al límite. Pero ella era una madre protectora. Demasiado.

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