ANÁLISIS | ESPAÑA BUSCA GOBIERNO

La España italiana: ¿qué pasa con la fragmentación?

JUAN CARLOS HIDALGO
photo_camera El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy

El número efectivo de partidos en España ya supera al de Italia, un dato que alimenta las llamadas a la estabilidad, pero que no está reñido con las posibilidades de generar entendimiento.

Al ritmo frenético al que pedalea la política en este país, la italianización de España es un concepto muy de enero de 2015, hace 300 días. Entonces los análisis ponían el grito en el cielo: el país iba camino de parecerse a Italia en dos vectores.

Uno, la fragmentación del Congreso. Dando la razón a quienes creen que la sociedad está en la vanguardia sobre las actitudes de la política. Como si fueran dos dimensiones diferentes. España votó a varias opciones pero, a cambio, delegó la responsabilidad a esas opciones de llegar a un acuerdo. 

Dos. Las voces corales de los medios se habían puesto de acuerdo, ya antes del 20-D, en exigir un compromesso storico. Había que emular al pacto entre la democracia cristiana de Moro y el Partido Comunista (PCI) de Berlinguer en la Italia de los 70. El PSOE y el PP debían entenderse. 

¿Qué hay de aquello? Mientras Matteo Renzi sacó adelante una reforma electoral para frenar el trazo histórico de la atomización estructural, España votaba dos veces con la visera puesta, bien calada, mirando a un horizonte de las terceras. Y como cada país tiene sus traumas históricos -Alemania con el fantasma de la inflación, por ejemplo-, España tiembla cada vez que se derrumba un concepto autoidentificado de estabilidad, propio de aquellos cuya tradición denota una tendencia a ser gobernados, en vez de gobernar para superar barreras. El PP lo aprovechó bien: "O nosotros, o el caos". Feijóo lo hace en Galicia: "Ou nós, ou os líos da multioposición".

Como escribe Víctor Lapuente, el Parlamento no es débil por el aumento del número de partidos. Lo es por la escasa tecnificación del trabajo político y, en este sentido, el desequilibrio entre el legislativo y el ejecutivo. Lo es, también, por una cultura política caduca, en cuyo frontispicio La Transición no fue más que un rosal en el páramo del entendimiento. Dejémoslo claro: el problema no es el número de partidos. 

Ahí, históricamente Italia nos ha adelantado siempre. Hasta hoy. El número efectivo de partidos políticos, un indicador que mide el peso relativo de cada partido según sus votos o sus escaños, arroja que en España, ahora, hay cuatro partidos con capacidad de maniobra. En Alemania, en 2013, hubo 3,5. No muy lejos del nivel español actula. En Italia llegó a haber 7,6 tras las elecciones del 94. La reforma electoral de Renzi introduce un sesgo mayoritario que no se ha reflejado en este gráfico, mezcla de elaboración propia y una base de datos del Trinity College, de Dublín.

numero efectivo de partidos

Si calculamos el índice de fragmentación, España presenta un 0,7. Un dato ligeramente más elevado si atendemos a los resultados de 2011, cuando era de un 0.62. La fragmentación no es mucho mayor, lo que cambia es la distribución y, sobre todo, los vetos cruzados. 

En definitiva, y aunque es obvio que los sistemas mayoritarios pueden facilitar la formación de ejecutivos, la presencia de varios partidos con capacidad de influencia en no es per se un problema. España puede ser Italia, porque así lo han querido las urnas. Pero el resto, corre a cargo de quienes deben entenderse.

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