Pinchazo absoluto en la calle

img_20160830_162003-1-_result
photo_camera Dos mujeres pasan delante de una pantalla con el pleno de investidura en la coruñesa calle Torreiro.

¿Quién juega, porque hoy no hay Vuelta?", se interesa un cliente al comprobar que en la terraza se disponen a colocar el proyector para ver el debate de investidura; en más de una hora sólo un hombre se detuvo para escuchar a Rajoy.

Quién juega, porque hoy no hay Vuelta?, se interesa un cliente al ver a Tania colocar el proyector en la terraza de La Campana. El chaval apura la caña de un trago y sale pitando del local al escuchar que va a poner el debate de investidura. 

Otra señora pregunta alarmada si hay partido y se queda más desconcertada con la respuesta de la camarera: "Puedes quedarte, que de partidos va". La imagen del Hemiciclo en la pantalla espanta las ganas de sentarse a tomar un café antes de abrir el comercio en una tarde resplandeciente. "Mejor me lo preparas para llevar". Y todavía no ha comenzado a predicar Mariano Rajoy.

La pantalla con la imagen del aspirante a gobernar puede verse a decenas de metros de distancia en una calle que tiene su historia. En Torreiro, A Coruña, perpendicular a la Calle Real, Amancio Ortega fracasó con su primer comercio llamado Sprint y aquí se levantó abriendo la segunda tienda Zara que lo comenzó a catapultar hacia el éxito. Por Torreiro transitan cada día miles de coruñeses y es improbable no encontrarte tanto a alguien conocido como a mucho desconocido por ser epicentro del tapeo.

Cuando Mariano Rajoy comienza a largar con menos entusiasmo que en las noticias del tiempo, un cliente que ha estado atento al despliegue se enchufa al móvil y los cuatro chavales de la mesa de al lado continúan a lo suyo sin prestar el mínimo interés al monólogo del candidato. A centímetros de la pantalla pasa un currante con un taladro en la mano, gira la cabeza y prosigue su camino sin malgastar un gesto. Ni siquiera un tipo que recorre las mesas cambiando poemas o fanzines por la voluntad comenta palabra o le presta un ojo a lo que está sucediendo en el Congreso. Una señora resuelta agacha la cabeza como el niño que intenta evitar que el profesor lo saque a la pizarra.

Un barrendero repasa debajo de las mesas sin levantar la vista hacia el Hemiciclo. El hombre que está hablando en la pantalla influirá de alguna manera en el futuro y nadie le presta atención, aunque el barrendero podría estar escuchando el discurso a través de los cascos. 

Una clienta se aparta las gafas de sol con gesto de incredulidad al llegar ante lo que está viendo en la pantalla. Se sienta. "Mariano", grita uno de los dos currantes que trasladan un espejo como si saludase a un colega. El vendedor de lotería no repara en la pantalla y ha recorrido todas las mesas "con la que toca". "Mira, Mariano", comentan cuatro señoras con el tono  del votante convencido sin detenerse. En una hora larga sólo un tipo que no llega a la treintena se detiene más de 30 segundos para escuchar lo que está diciendo Rajoy. A otra rapaza se la lleva su amiga del brazo cuando sugiere sentarse. La hora es más de siesta que de sermón. Pinchazo absoluto. "Ya te dije que puse el anterior y no le interesó a nadie", dice David. Incluso espanta clientela.

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