INMIGRACIÓN

"Samuel y tantos otros más"

El hallazgo, el pasado viernes, del cadáver de un niño subsahariano de 6 años en una playa de Barbate ha vuelto a sacar a flote el drama de la inmigración

Los 14 kilómetros de mar que separan África de Europa en el Estrecho de Gibraltar son testigos de muchas más muertes de las que se pueden contabilizar por los cadáveres que llegan a la costa. Otros muchos, hombres, mujeres y niños, desaparecen en la travesía, con sus esperanzas de una vida digna.

El hallazgo, el pasado viernes, del cadáver de un niño subsahariano de 6 años en una playa de Barbate (Cádiz) ha vuelto a sacar a flote un drama que desde hace ya tres décadas se repite en esta zona.

"Estamos viendo la costa de España". Eso fue lo último que pudieron comunicar con un teléfono móvil las once personas, entre ellas dos mujeres y un niño, que el día 11 de febrero salieron de Tánger (Marruecos) en una barca hinchable de juguete. Nunca llegaron a su destino.

Se convirtieron en las primeras víctimas del año de una siniestra lista, en la que, según la estimación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, en 2016 hubo unas trescientas muertes y desapariciones de inmigrantes que trataban de alcanzar las costas del sur de España, en Canarias, Levante, Andalucía, Ceuta y Melilla.

El mar devolvió unos días después los cuerpos de cuatro hombres y una mujer que viajaban en esa patera y, más tarde, el del niño, que, a falta de una identificación oficial, podría ser Samuel.

El mar no ha devuelto aún los cuerpos de los otros cinco ocupantes, entre ellos el de Verónica, la madre de Samuel, que con él había recorrido más de 5.000 kilómetros desde el Congo, en un viaje que emprendieron seguramente huyendo de la guerra del país y de su violencia.

"En el Congo suelen huir de una guerra enquistada, porque a Europa le interesa olvidarla, porque nos interesan sus riquezas, como el coltán (un mineral muy utilizado en los dispositivos electrónicos). Cuando huyen de allí piensan que van a alcanzar un campo de refugiados. No van pensando que en Europa hay dinero, van pensando que hay derechos humanos", explica a Efe Helena Maleno, miembro del colectivo Caminando Fronteras.

Con esa esperanza emprenden ese largo viaje en el que la solidaridad, de otros migrantes y de distintas organizaciones sociales, teje una gran red que muestra su fortaleza cuando ocurre lo peor y una patera naufraga y la información sobre una muerte o una desaparición tiene que llegar a su destino, la familia que ha quedado atrás.

Caminando Fronteras fue en este caso la organización que ha ayudado a iniciar los trámites de identificación de los cuerpos y de localización de los familiares, algunos de los cuales han podido viajar hasta Algeciras para hacerse cargo de unos cuerpos que, por lo general, son enterrados en España o en Marruecos.

"La red de transmisión de información es increíble, trasnacional", explica Encarnación Márquez, de Algeciras Acoge.

Funciona de tal forma que en alguna ocasión una familia de Camerún les ha podido pedir un puñadito de tierra del lugar en el que está enterrado en Marruecos uno de sus miembros para ponerlo junto a sus ancestros y cumplir así una parte esencial de su duelo.

Ambas organizaciones reclaman a las administraciones que se impliquen en facilitar estos trabajos.

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