FIN DE AÑO 2020

Sánchez paga el precio de sus apoyos

photo_camera El presidente Pedro Sánchez, durante una comparecencia en el Congreso de los Diputados-
El presidente del Gobierno recurre a Bildu y a los separatistas de ERC para sacar adelante investidura y Presupuestos

El presidente del Gobierno nos decía en septiembre de 2019 que "no podría dormir por las noches con Podemos en el Gobierno". No sabemos cómo se ha tratado el insomnio durante este año, pero 2020 comenzaba con la investidura de Pedro Sánchez en el primer Gobierno de coalición desde la llegada de la democracia. El primer año de este experimento ha sido caótico, con desencuentros habituales entre los líderes de ambas formaciones y entre los distintos miembros del Ejecutivo. Ha sido necesario crear  veinte ministerios y cuatro vicepresidencias para encontrar una fórmula en la que todos estén representados. Especialmente Pablo Iglesias, que ha sufrido una evolución extraordinaria desde su llegada a la política. De aquel joven profesor que residía en Vallecas "para estar más cerca de la gente" queda muy poco. Encontró más cómodo el chalet de 600.000 euros de Galapagar. De los cinco fundadores de Podemos en 2014 sólo permanece él. Y de las acusaciones de enchufismo y nepotismo de la "casta" -ahora ya  no utiliza esta palabra- pasó a imponer un ministerio para su pareja Irene Montero. 

de la bronca investidura

La investidura de Pedro Sánchez fue bronca, en un hemiciclo en el que se habló más de la unidad de España y de la cesión de soberanía que del paro, la sanidad, la educación u otros problemas de los españoles. Los socios elegidos  marcaron su llegada al poder, pero Sánchez ya nos ha demostrado que es un político enriscado, capaz de hacer frente a todo y a todos con tal de conseguir sus objetivos. Lo demostraría varias veces este mismo año. Fue investido presidente con la abstención de ERC y Bildu, que se han cobrado con creces este apoyo implícito. El peaje ha sido tan  alto y las cesiones a los partidos que lo han apoyado tan elevadas que el resto de los españoles se han sentido escandalizados.

Encuestas celebradas en aquel momento revelaban que los votantes del PSOE hubieran preferido otros compañeros de viaje. Incluso los votantes del PP preferían que su partido se hubiera abstenido antes que poner el gobierno en manos de partidos separatistas. 

ERC dio a conocer desde el primer momento cuáles eran sus demandas, relacionadas con la independencia de Cataluña y la libertad de los presos. Impuso una mesa de negociación bilateral entre el Gobierno de la nación y la Generalitat y  Pedro Sánchez aceptó. En el caso de los nacionalistas vascos hemos visto un acercamiento de los presos etarras constante durante el año. El PNV, además de algunas transferencias en materia económica, ha conseguido un enorme éxito simbólico con la cesión del cuartel de Loyola al ayuntamiento de San Sebastián, obligando al Ejército  a buscar otro emplazamiento.

En cuanto a Bildu, el proceso para "blanquearlo" y convertirlo en un partido necesario para la gobernabilidad del país ha sido constante. Podemos se ha encargado durante todo el año de tender los puentes. Algo que no entendió una gran parte de la militancia socialista, ni tampoco algunos barones como Emiliano García Page, Javier Lambán o Guillermo Fernández Vara.     

Pero incluso un político tan poco dado a reconocer errores tuvo que dar un paso al frente y dirigir una carta de cuatro folios a la militancia a para explicar porqué habían recabado el apoyo de Bildu a los Presupuestos Generales del Estado para 2021. En ella indicaba que la oposición quería desviar  la atención "hacia asuntos del pasado, como la lucha antiterrorista, que nada tienen que ver con los Presupuestos ni figuran por fortuna desde hace años entre los problemas de España y los españoles". No sabemos si la militancia se dio por satisfecha con las explicaciones, pero Sánchez ha conseguido empezar 2021 con las cuentas aprobadas. 

El silencio cómplice con el poder lo hemos visto otras veces. Cuando un partido gobierna las discrepancias internas se ahogan, porque son muchas las ventajas que se obtienen del silencio. Cuando ese mismo partido pasa a la oposición es el momento de ajustar cuentas y esa formación se desangra entre  acusaciones cruzadas. Es pronto para conocer el futuro que le aguarda al PSOE pero la gestión de Sánchez ha suscitado más dudas que certezas durante este 2020.  

Mientras tanto el principal partido de la oposición ha estado desdibujado y hemos visto a Pablo Casado buscando su sitio  entre la derecha más extrema de VOX y los planteamientos centrados de Ciudadanos. Casado se ha visto superado por la que comenzó el año como portavoz del grupo parlamentario popular, Cayetana Alvarez de Toledo, quien tenía discurso propio, muchas veces sin sintonía con el partido. La tensión llegó hasta tal extremo que en el mes de agosto decidió destituirla y nombrar en su lugar a Cuca Gamarra. 

Otra de las figuras del PP fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha ido creciendo en protagonismo hasta convertirse en un valor emergente en el partido. De sus comienzos torpes con declaraciones como "los atascos son una seña de identidad de Madrid" o "los jóvenes no emigran por necesidad, sino por compartir una cultura nueva" ha ido evolucionando hasta  convertirse en el principal ariete contra Pedro Sánchez.

Por su parte, VOX vivió su momento de mayor gloria en la moción de censura contra Sánchez. Aunque no podía prosperar, el objetivo era dar visibilidad a Santiago Abascal. No salió como esperaba y consiguió, por el contrario, que un Pablo Casado que venía actuando como comparsa defendiera los valores del PP y situara al partido como el principal referente de la oposición.  

Otra de las protagonistas ha sido Inés Arrimadas, con su particular travesía por el desierto después de que Albert Rivera dilapidara los 40 diputados y 3,5 millones de votos que había obtenido. Rivera no entendió el mensaje que le enviaban los españoles y tuvo que dimitir.  Arrimadas, en cambió, ha sacado una enorme rentabilidad a sus diez diputados  y a su "mano tendida" al Gobierno. 

Los desencuentros, cada vez más frecuentes en los socios

Tanto PSOE como Unidas Podemos sabían desde el inicio de la legislatura que el gobierno de coalición iba a tener muchos enfrentamientos. Por eso, una de las primeras decisiones que tomaron fue la de crear un comité de control para dirimir las desavenencias entre ambas formaciones. 

No había acabado enero cuando surgió el primer escollo. Fue con motivo de las protestas del campo. El ministro de Agricultura trataba de reconducir la situación mientras Pablo Iglesias jaleaba las protestas de los agricultores. Pero vinieron más, como el papel de la monarquía, donde los de Podemos atacan cada vez que tienen una oportunidad a esta institución, obligando a los ministros del PSOE a apagar los fuegos.

Pedro no se fía

Y es que Sánchez no se ha fiado de su socio en ningún momento, algo que se puso de manifiesto cuando no le informó ni de la salida del rey emérito de España, ni de la fusión de Caixabank con Bankia.  Y Pablo Iglesias no lo olvidó.

Luego vinieron las discrepancias por el Ingreso Mínimo Vital, los choques por la gestión de la pandemia y los fondos europeos. El líder de Podemos corregía constantemente la línea ortodoxa defendida por el ministro de Inclusión, José Luis Escrivá, e incluso a la vicepresidenta, Nadia Calviño. El último desencuentro ha sido tan sólo hace unos días. Tuvo lugar en el Congreso y fue captado por las cámaras, cuando la ministra de Hacienda llamaba "cabezón" a Iglesias. En 2021 seguro que no hay más entendimiento. 

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