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¿Alguien podría mandar parar?

La canciller alemana, Angela Merkel.
photo_camera La canciller alemana, Angela Merkel.

Si algo está demostrado es que los países que dan por controlada la pandemia del coronavirus –Corea del Sur en Asia y Alemania en Europa– han hecho cosas distintas a las de España, en todos los sentidos.

El premio Nobel Paul Krugman no se cansa de repetir en sus últimos artículos que la economía está actualmente en una situación equivalente al coma inducido, con sectores enteros cerrados para limitar el contacto social y de ese modo ralentizar la difusión del coronavirus. Estaría, pues, claro cómo se ha llegado hasta aquí en España, pero no cómo se sale de esta, ya que, como mínimo, será necesario reducir drásticamente la tasa de nuevos infectados y aumentar la realización de pruebas, de forma que sea posible responder de inmediato ante cualquier rebrote del coronavirus.

En el entorno occidental donde se mueve España, los que van por delante son los alemanes. Un mes después de adoptar medidas, el Gobierno de Angela Merkel ya califica la pandemia de controlable. El aval se lo da el Instituto Robert Koch de virología, al anunciar que el número de nuevos contagios por coronavirus causados por una persona infectada cayó en Alemania por debajo de 1, que es el valor que se persigue para hablar de la remisión de la epidemia. En consecuencia, Alemania se propone hallar gradualmente el equilibrio adecuado entre la protección de la salud, la vida pública y la economía, camino hacia una nueva normalidad en la que se propone aprender a convivir con el virus. 

La situación sanitaria –y económica– de Alemania es mejor que la de España, de ahí que aquí no sea posible avanzar a su ritmo, pero sí intentar seguir sus pasos en todos los sentidos, con más pruebas pero también con más responsabilidad en todos los sentidos. A pesar de que el confinamiento impuesto por Berlín es más suave –las empresas tienen libertad para seguir activas y las personas de todas las edades pueden salir de sus casas y dar paseos, de dos en dos, o hacer deporte al aire libre–, la tasa de mortalidad en Alemania es mucho más baja que en Francia, Italia y España. Claro que su disciplina ciudadana se extiende a la política, donde Merkel ha puesto de acuerdo a los 16 jefes de los länder, sus comunidades autónomas. Fuera del consenso político solo está el partido de extrema derecha AfD, del que nadie se fía.

De lo que pasa en Alemania podrían extraerse muchas conclusiones y aplicarlas en España, pero también de lo que sucede en Corea del Sur, donde el presidente Moon Jae-In acaba de ganar las elecciones legislativas, tras aplicar medidas que incluyeron –al igual que en Alemania– un amplio número de pruebas en la población, el uso de tecnologías avanzadas para detectar a los surcoreanos infectados y ponerles en cuarentena domiciliaria, todo ello con una gran transparencia y una acertada política de comunicación.

Lejos de adaptar las sencillas y prácticas medidas de Corea del Sur y Alemania, España se abrió en canal y pasó de sentirse el país con la mejor sanidad del mundo a ser el país del mundo con peores datos de la pandemia en proporción a su población. ¿Alguien podría mandar parar, en vez de seguir cometiendo errores, trufados con una lucha política tan descarnada como inútil? Es evidente que los españoles no son como los coreanos ni como los alemanes, pero ¿son tan diferentes como para seguir a la deriva?

Debates como los que se dan en España sobre la economía tampoco se observan en ninguna parte del mundo occidental democrático y desarrollado. ¿Alguien podría mandar parar, en vez de seguir soñando con el fin del capitalismo y tomar el cielo por asalto?



Al alza | El Estado

Desde la extrema izquierda española suele demonizarse el capitalismo –así, a granel, sin matices– y abrazar causas tan peregrinas como la chavista en Venezuela. Menosprecian de paso la tesis socialdemócrata de Willy Brant que reza: competencia tanta como sea posible e intervención tanta como sea necesaria. Alemania, un país capitalista que puso la pandemia bajo control, tiene un Estado que pesa más en su economía que el de una España donde gobierna la izquierda. Deberían saberlo.

A la baja | La sanidad

El mito de que España tiene la mejor sanidad del mundo se ha venido abajo. En realidad se ha venido abajo solo en España, porque fuera nunca se lo habían creído. No se puede engañar tanto a la gente: el gasto en sanidad por habitante en España es de 1.671 euros; en Alemania, es de 3.879 euros, casi tres veces más. El sector público alemán, un país gobernado por democristianos y socialistas, es mucho más grande que el español en términos relativos. Basta ver su gasto público sobre PIB.

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