CON PRIMA DE RIESGO

La alianza de géneros no es solo una obligación social sino una conducta económica

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La igualdad en la empresa: el debate está en si el camino está aún concluso 

Las recientes elecciones parlamentarias en Francia nos han dejado, ademas de la victoria de Macron, una cifra récord de 223 mujeres en el Parlamento, el mayor número de su historia. 

La situación en España en nada tiene que envidiar a las vecinas francesa y al resto de parlamentos de Europa. La cifra alcanza a las 139 congresistas, de un total de 350 escaños en el Congreso de los Diputados, lo que representa el 39,42% del total de parlamentarios. Incluida una presidenta, Ana Pastor, gallega de adopción. Estas cifras sitúan a España en cuanto a la presencia femenina a la cabeza de los principales países de Europa. De hecho, la media europea, es decir, la media de parlamentarias en las diferentes cámaras legislativas del continente, está en el 25%, y en el caso del Parlamento Europeo el porcentaje está en el 37% , aunque ha ido aumentando progresivamente en las diferentes elecciones europeas.

En el ámbito legislativo doméstico, España supera en porcentaje de mujeres en su parlamento a los de Francia (38,49%), Portugal (31,3%), Italia (31%), Reino Unido (22,8%), Alemania (26,5%) o Suiza (30,5%), y se mantiene a escaso margen de  Suecia, que con un 43,6%, suele ser el país de referencia en la materia comentada. Una curiosidad según la ONU es Ruanda, con un 63,8%, el pais con mayor nivel de presencia femenina.

En general, la lucha por la igualdad entre sexos, y discusiones como las cuotas de poder han sido un debate hasta manido en nuestra sociedad. Manda narices que en pleno siglo XXI seamos capaces de mandar hombres y mujeres al espacio pero sigamos discriminando, en la tierra, por sexo, a una parte de la población, por cierto mayoritaria. 

Al acabar la segunda guerra mundial, quizá de los pocos hechos relevantes positivos de esta guerra, es el surgimiento de las exigencias de las mujeres de su incorporación al mercado mundial laboral y empresarial. Ya que durante la segunda guerra mientras los hombres “luchaban” en el frente las mujeres, de forma mayoritaria, les sustituían en fábricas, y nacían  figuras simbólicas, (fruto de la propaganda política),  como Rosie la remachadora, una mujer trabajadora que realizaba trabajos que antes se consideraban tareas de hombres. Más de 2,2 millones de mujeres entraron a trabajar adquiriendo un sueldo, y asumiendo tareas y roles que hasta la fecha eran propios de hombres. Esta revolución no tiene vuelta atrás e incluía la incorporación de la mujer en unidades militares. Este proceso produjo el correspondiente efecto en la economía, con una fuerte expansión en la década de los sesenta y setenta. 

SEXO & GENERO

Los expertos y expertas diferencian el debate entre sexo, que viene determinado por una función biológica, del genero definido como el que aglutina al conjunto de relaciones socioeconómicas y culturales entre personas de distinto sexo. El genero muestra connotaciones sociales, culturales o económicas por tanto es posible su cambio dentro de los roles de la sociedad actual o futura. En este debate el discurso es la diferenciación entre roles de genero, ya que a las mujeres se asocian con perfiles de moderación, capacidad de negociación y paciencia, frente a los hombres que se asocian con rasgos más agresivos y con mayor necesidad de atención y éxito. Estoy seguro que ustedes conocen personas que cumplen con este tipo de criterios y aquellos que posiblemente sean al reves, en ese caso recuerde que son posturas de genero no de sexo. 

A nadie se le puede escapar a estas alturas de siglo que las mujeres son vitales en el encaje de las estructuras socioeconómicas de este país a la vez que a nadie se le debe escapar que pueden ejercer y ejercen cualquier puesto que exista o que pueda existir. La realidad desdice este hecho, según el estudio de Grant Thornton para el Foro Económico de las Naciones Unidas de 2016, España presenta una cifra de directivas de un 25% de forma general y esta diferencia no mejora en las grandes empresas con presencia máxima de accionistas,cuya cifra solo alcanza al 20,3%.  A ello debemos sumar la brecha en los sueldos donde en el mundo la diferencia es de un 23% de media entre hombres y mujeres y para el caso de España la diferencia alcanza la cifra de un 18,8% menos por hora en el caso femenino. Por desgracia este dato nos sitúa en los puestos de cabeza del ránking europeo. Por desgracia la máxima de a igual trabajo igual salario, no se postula en España. 

El resultado de esta desigualdad es una grave crisis social y económica, como indicó el Foro Económico Mundial en el año 2016: “El mundo se enfrenta a un desperdicio del talento al no actuar con rapidez para frenar la desigualdad de género. Esto podría poner el crecimiento económico en riesgo y privar a las economías de la oportunidad de desarrollarse”. La pregunta es por qué discriminar tanto potencial. 

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