ÁGORA ECONÓMICA

Cuando se habla de mujer y ciencia, las cifras invitan a la reflexión

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El desarrollo normativo en materia de igualdad de género, tanto a nivel europeo como nacional, han sido muy importante en los últimos años. Sin embargo, los resultados todavía no acompañan a esta ingente cantidad de leyes que se ha venido publicando para tratar de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres.

Los indicadores en materia de igualdad de género, en relación a la ciencia y tecnología, no se han escapado de esta realidad y, a pesar de que cada vez hay más mujeres científicas y tecnólogas, todavía hay mucho por hacer la tan necesaria consecución de la igualdad en este campo.

En efecto, si nos centramos en el campo científico y tecnológico, desde la perspectiva internacional destacan los informes en materia de igualdad entre hombres y mujeres de la ETAN (European Technology Assesment), el informe Women in Science de la UNESCO y más recientemente el programa Horizon 2020. A nivel nacional, además de las normas publicadas en materia de igualdad de contenido generalista, destacan, en el campo científico y tecnológico, la Ley de la Ciencia, Tecnología e Innovación, la Estrategia Española de la Ciencia, Tecnología y la Innovación y más recientemente, el Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación. El desarrollo de medidas para la igualdad de género también se ha producido en algunas Comunidades Autónomas. Sin ir más lejos, Galicia ha contado con cuatro planes de investigación y desarrollo tecnológico, donde se señala el importante papel que debe tener la mujer en la ciencia. 

Ahora bien ¿Y los resultados? Tanto a nivel estatal, como autonómico somos un claro ejemplo de los lento y complicado que ha sido, y sigue siendo, el proceso de incorporación de la mujer en el campo científico y tecnológico. 

Como veremos más adelante, de poco ha servido la aplicación de medidas excesivamente generalistas y transversales para potenciar la presencia de las mujeres en el campo científico y tecnológico. Claramente se echa en falta medidas concretas en la mayor parte de las actuaciones. En efecto, sobre el papel todo esto puede quedar muy bien, pero en la práctica, debido a su generalidad, pueden quedar diluidos sus efectos. Además, la crisis económica ha relevado a un segundo o, incluso a un tercer plano, las medidas que se venían aplicando para la igualdad efectiva de las mujeres en el campo científico y tecnológico. Los recortes también han sido ampliamente aplicados en las políticas públicas que buscaban la igualdad entre hombres y mujeres.

Veamos lo datos. En 2015, el 39% de los científicos en España eran mujeres, un porcentaje ligeramente superior a la media de la UE, que era del 33%. Además, este indicador en España ha sufrido un estancamiento desde 2009. La situación es incluso peor si tenemos en cuenta que en las empresas este porcentaje no llegaba al 31% en 2015 y que sólo se ha logrado incrementar gracias al mayor peso de las mujeres en la plantilla científica de las administraciones públicas (46%) y en la enseñanza superior (42%). 

Parece que la crisis económica ha hecho mella en este lento camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres en la ciencia y tecnología. Hace una década, los porcentajes de representación femenina fueron del 25%, 48% y 40% para las empresas, administraciones públicas y enseñanza superior, respectivamente. Como se puede comprobar, desde entonces muy poco han cambiado las cifras.

PRESENCIA FEMENINA Y GATEGORÍA PROFESIONAL

Ahora bien ¿Este resultado es consecuencia de la menor preferencia de las mujeres por la ciencia y la tecnología? Nada más lejos de la realidad. En el curso 2013-14 el total de alumnas matriculadas en las universidades españolas, que se puede considerar como el inicio de la carrera investigadora, fue del 54% y, salvo el grupo de arquitecturas e ingenierías, donde todavía la presencia femenina no llega al 30%, en el resto de titulaciones las mujeres suponen una amplia mayoría. Incluso en algunas que tradicionalmente tienen mayor presencia masculina, se viene experimentando, en los últimos años, un aumento muy importante de matrícula femenina. Este sería el caso de Medicina, donde un 70% de los alumnos son mujeres, Farmacia (72%), Química (61%) o Matemáticas (50%). Incluso en algunas ingenierías, como la Agrícola su presencia ronda el 45%.

La matrícula en los masters también da buena muestra de este proceso de “feminización” de la universidad española. De cada 10 estudiantes de posgrado, casi 6 son mujeres. Sin embargo, la situación cambia radicalmente cuando se tiene en cuenta la proporción entre hombres y mujeres que terminan la tesis doctoral, llegando a igualarse el número de egresados. 

Este es precisamente el punto de inflexión a partir del que comienza a descender la presencia femenina en el campo científico  y tecnológico. Para el curso 2013-14, y a partir de la información publicada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en su monografía Las cifras de la educación en España, se obtiene que para las universidades las mujeres suponen el 43% de todo el personal contratado, el 40% dentro de la categoría de profesores titulares de universidad y el 21% del cuerpo de catedráticos de universidad. Por lo tanto, a medida que aumenta la categoría profesional, la representación femenina en la universidad española va disminuyendo. Cierto es que se han producido avances, ya que en el curso 2007-08, el porcentaje de profesores titulares que eran mujeres era del 38% y en el de catedráticos suponían el 15 %. Por lo tanto, sí que se han producido avances, pero todavía muy lentamente, y todo esto teniendo en cuenta la importante cantidad de normas y directrices aprobadas en materia de igualdad en las dos últimas décadas.

Esta situación no se da solo en las universidades españolas, ya que también se observa en la plantilla del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), uno de los máximos exponentes, junto a nuestras universidades, de la ciencia y la tecnología en nuestro país. Así, las mujeres con una plaza de científico titular representaban en 2014 el 40% de este primer escalafón de funcionarios del CSIC, el 35% de los investigadores científicos (nivel intermedio) y el 25% de los profesores de investigación (nivel más elevado). De nuevo se comprueba que, a mayor categoría profesional, menor es la representación de las mujeres en el campo científico y tecnológico.

En el informe Situación de las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología, publicado por la Xunta de Galicia en 2011, figuran también algunos indicadores que invitan s a la reflexión. En Galicia, solo el 39% de los directores de grupo de investigación son mujeres, mientras que el porcentaje de doctoras es del 62%. Sin embargo, solo el 57% de las mujeres investigadoras tienen un contrato indefinido, frente al 75% de sus homónimos masculinos. Para el resto de figuras (contratos temporales, becarios, personal de investigación, etc.) la presencia femenina supera ampliamente a la masculina. 

Un segundo dato para darse cuenta de la actual situación es la remuneración percibida. Según el citado informe de la Xunta de Galicia, el 16% de las mujeres investigadoras cobra mensualmente más de 2.500 euros brutos, mientras que el porcentaje asciende al 26% para los varones. Por el contrario, el porcentaje de mujeres que cobra menos de 900 euros al mes se sitúa en el 11,3%, mientras que para los varones es del 5%. Por lo tanto, también en materia salarial en ciencia y tecnología hay diferencias, y muy importantes, por sexo.

INICIATIVAS DE CONVERGENCIA 

A partir de lo señalado es necesario realizar una serie de propuestas para mejorar la situación de las mujeres en el campo científico y tecnológico. Estas actuaciones son aplicables tanto a las entidades públicas como privadas, ya que no olvidemos que el verdadero reto para la consecución de la igualdad en la ciencia y tecnología se encuentra en las empresas privadas, en dónde las mujeres apenas suponen el 30% de toda la plantilla de investigadores. 

A modo de resumen, se plantean cinco iniciativas, cuatro de naturaleza específica, centradas en actuaciones en el campo científico y tecnológico y, la última, de contenido más generalista, pero tan necesaria como las primeras. 

Primero, es necesario eliminar las barreras en el desarrollo de la carrera científica de las mujeres, favoreciendo el acceso y promoción en igualdad de condiciones. Para ello es imprescindible eliminar el sesgo todavía presente en la elección de titulaciones de contenido científico y tecnológico. Como se ha podido comprobar, y a pesar del importante cambio experimentado en el proceso de elección de estudios, todavía el porcentaje de mujeres que opta por titulaciones relacionadas con la ingeniería resulta inferior al de los hombres. Una iniciativa muy a tener en cuenta sería informar a los estudiantes de educación secundaria obligatoria de las salidas profesionales y tasas de ocupación de las titulaciones técnicas, mucho más elevadas que otros estudios “tradicionales”. Esto evitaría estereotipos injustificados y trasnochados, que no tienen ningún sentido en pleno siglo XXI.

Segundo, habría que estudiar a qué responde la reducción de las tasas de entrada y finalización en los estudios de posgrado, especialmente de doctorado para el colectivo femenino. No hay razones objetivas que justifiquen, a priori, este menor rendimiento. No es comprensible como, si a nivel de grado, las tasas de éxito son mucho mayores para las mujeres que para los hombres, esto no se mantenga en los estudios de posgrado, sobre todo de doctorado. Una iniciativa a considerar sería informar, en los últimos cursos de los grados universitarios, de los beneficios de realizar un posgrado. Y ya no sólo pensando en la salida como docente e investigador universitario, sino en la mayor demanda que están teniendo las empresas privadas de titulados con un posgrado. Paralelamente, sería conveniente apostar por programas, que realmente funcionen, destinados a captar y retener capital científico femenino, en especial en aquellas áreas o sectores donde su presencia es todavía muy baja. Si bien es cierto, que ya se ha producido alguna iniciativa, hasta el momento los resultados han sido muy discretos. Por lo tanto, es necesario replantearse seriamente su funcionamiento y aplicabilidad práctica.

Tercero, en igualdad de condiciones y requisitos, es imprescindible una mayor promoción de las  mujeres en el campo científico y tecnológico. Los resultados en materia de investigación medidos por el número de sexenios conseguidos (indicador para medir la calidad de la investigación que emplea el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) son similares entre hombres y mujeres; pero no se entiende los peores resultados en otros indicadores que deberían ir a la par que el número de sexenios, como ser investigador principal, donde la presencia femenina es notablemente inferior a la que, en principio, cabría esperar. 

Cuarto, las diferencias salariales, de promoción laboral, etc., detectadas en el informe publicado por la Xunta de Galicia no se entienden en un marco donde el nivel medio de formación de las mujeres científicas es superior al de sus homónimos masculinos. Algo pasa y es necesario trabajar para corregir la actual situación.

Finalmente, y como medida que supera la especificidad de las anteriores propuestas, desde el seno familiar se debería apoyar el desarrollo laboral de las mujeres. De poco valen las medidas que se tomen en el campo científico y tecnológico por potenciar el papel de las mujeres, si luego no hay corresponsabilidad en las obligaciones familiares. Solo actuando así se logrará conciliar la situación familiar y el trabajo. Y esto, es una labor de todos. 

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