EURO

Las cuentas de la lechera

Los Gobiernos tienen un serio problema: la macroeconomía no es una asignatura que se enseñe en los colegios pero la microeconomía sí se aprende en la vida.

Los Gobiernos tienen un serio problema: la macroeconomía no es una asignatura que se enseñe en los colegios pero la microeconomía sí se aprende en la vida. Esto significa que el día a día de los ciudadanos se centra en la llamada “economía de andar por casa” y no son muchos los que alcanzan a comprender la importancia de esos conceptos que todos los gobernantes, sean del signo que sean, utilizan para “movilizar” al votante: PIB, prima de riesgo, inflación, tasa de desempleo, déficit público, deuda soberana…; en la calle la cosa es más simple y consiste en saber si una familia tiene dinero para llegar a fin de mes o no. Las cuentas de toda la vida, vamos.


Este razonamiento quizá sea el que explique por qué en coyunturas favorables como la que estamos, los ciudadanos dan la espalda a los partidos que estuvieron gobernando el país y, supuestamente, sacaron la nación para adelante. Una cosa es el crecimiento del PIB y otra bien diferente si la gente nota el resultado en su bolsillo o no, por más que ciertos dirigentes salgan a la palestra cargados con su mejor sonrisa a cantar las cifras cual niño de San Ildefonso la víspera de Navidad. Del mismo modo, una cosa es presumir de la reducción del paro y otra bien diferente que el ciudadano perciba que sus condiciones salariales son como las del post-franquismo. ¿Qué tiene más peso? La gente de a pié difícilmente comprende los beneficios que para su día a día tiene reducir el déficit público hasta los niveles exigidos por Bruselas, pero sí nota que la ausencia de becas, el pago de los medicamentos, el aumento de tasas e impuestos le hacen complicado llegar a final de mes.

Si me apuran, la gente que paga hipoteca y tiene una cláusula-suelo incorporada no comprende que puñetas le aporta tener un Euribor rozando el cero por ciento. La gente, en definitiva, no entiende ni la cuarta parte de todas esas cifras que mes tras mes nos intentan meter en la cabeza nuestros dirigentes con la descarada intención de hacernos creer en un futuro mejor a corto plazo. Al ciudadano hay que hablarle en términos de microeconomía, esto es, de las cuentas de la lechera: tanto ingresas, tanto gastas. Y el problema que pide que le resuelvan es bastante simple: si lo que entra no es superior a lo que sale, las cifras macroeconómicas no sirven para nada.

Las familias tienen claro que sus ingresos retrocedieron a niveles del siglo pasado pero los gastos sí están ya en pleno siglo XXI. Lo que antes era un objetivo de mínimos, ser mileurista, ahora se convierte en lo máximo a lo que pueden aspirar muchos trabajadores. El recibo de la luz, del auga, el bonobús, el pan… se paga con dinero que sale de la cartera, no con los millones de euros que dice el Gobierno haberse ahorrado al disminuir la prima de riesgo y pagar más baratos los intereses de la deuda. Y la deuda que importa es aquella que deja sin recursos a los hogares a medio mes, esa que hace que mucha gente pierda la vivienda que con tanta ilusión compró un ¿buen? día (un “mal” día sería lo correcto) o aquella que muchos no pueden comprar por no encontrar un banco dispuesto a fiarles un capital.


En resumen, la gran desgracia de los gobernantes es que los ciudadanos entienden bastante poco de macroeconomía y mucho de microeconomía, y mientras los hechos y los discursos no vayan enfocados a lo segundo, poco se puede hacer para convencer al ama de casa de las bondades de todas las medidas tomadas. Así están las cosas en este país llamado España.

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